Responsable del planeamiento urbano entre 1983 y 1996

Javier CUERVO

Ramón Fernández-Rañada, junto a Gerhard Loch, José Ramón Menéndez de Luarca y Carlota Navarro Palanca, ganó el concurso del Plan General de Gijón en diciembre de 1980. De 1983 a 1996 Rañada fue el responsable del planeamiento urbanístico dominante -no de gestión- de Gijón. El Gijón de su impronta es el del barrio de las estaciones, Montevil, el Peri del Llano, el campus universitario, el Jardín Botánico, el Parque Tecnológico y el suelo de protección de costa -que luego aplicó en el POLA para toda Asturias- o la protección de la zona rural que trabajó especialmente José Ramón Menéndez de Luarca. El arquitecto ovetense hizo los planes de ordenación de Avilés y Siero.

-El ex arquitecto municipal de Gijón Ovidio Blanco vendió dos veces una parcela en Cabueñes y obtuvo un beneficio de más de 600.000 euros.

-No sigo el asunto. En ausencia de otras cosas, a Ovidio le creo lo que me diga porque lo hice siempre. Históricamente, no conozco un ejemplo más claro que Gijón de vulneración pública y notoria de toda legalidad urbanística y, en todos los casos, de su planeamiento.

-¿Ahora?

-No, después de la guerra y especialmente de los años sesenta a partir del regreso de Galicia de su arquitecto jefe. De 1965 a 1977 se hizo lo que él quería: pactaba con los promotores y arquitectos con el conocimiento público, incluidos funcionariado y Corporación.

-¿Cómo se hacía?

-El planeamiento era muy inadecuado por el exceso de altura y por la carencia de equipamientos. No se consideraba más equipamiento que el parque de Isabel la Católica. Pero no tenía importancia que fuera inadecuado porque se incumplían sistemáticamente las alturas máximas. Para hacerse una idea, el edificio que hay ante el palacio de Revillagigedo iba a levantar cinco plantas y ronda las doce.

-¿Cómo tal cosa?

-El promotor, el arquitecto, los que informaban en el Ayuntamiento y el aparato administrativo y político lo sabían y no pasaba nada; y alguien que hubiera leído la prensa de entonces no se habría enterado porque no se publicaba nada. Había, probablemente, una multa, pero funcionaba como una tasa por levantar más plantas de las permitidas.

-¿Cuánto se pagaba?

-Ni idea, pero debía de ser un buen negocio porque lo hacían todos. El Colegio de Arquitectos llegó a estar muy enfadado con esta situación y con que el arquitecto jefe utilizara «firmones».

-¿Qué es eso?

-Que un arquitecto firmara un proyecto hecho por él o que lo hiciera para él pero en los dos casos le diera una parte de los ingresos. Más tarde, llegó a pactos con el Colegio de Arquitectos y repartía, lo que le hizo ganar la comprensión o el silencio de este órgano. La prensa era una balsa de aceite respecto a esto. Las polémicas urbanísticas comenzaron en 1976 con una tramitación de planes parciales, pero todo estalló cuando se intentó poner remedio a esta situación. Entonces salieron editoriales que decían «Una maldición bíblica. Gijón nunca crecerá», subtitulado «A los encargados de conseguirlo les paga el Ayuntamiento». Eso fue cuando se empezaba a poner remedio a una ciudad en la que, como no había catálogo de edificios protegibles, cualquier constructor compraba una casa, la tiraba y levantaba otra. Por topografía, Gijón se parece sobre todo a San Sebastián y algo menos a Santander, pero las ciudades son muy distintas. Se destruyó lo existente y quedó algo a medio deshacer y difícilmente comprensible. Hay un experimento visual que se pueden hacer?

-¿Cuál?

-Mirar cualquier edifico de altura desproporcionado y observar que tiene medianerías a los lados. Eso quiere decir que estaba preparado para tener otra casa igual al lado. Rellenar mentalmente esos huecos da un muro horrible y una idea de lo que iba a ser Gijón.

-Ya que dice muro, opine del Muro.

-El Muro era un barrio de cuadrícula, con algunas calles un poco al tresbolillo para luchar contra los vientos. Si llegas a él desde la plaza de San Miguel, vas viendo edificios que están bastante bien y, conforme te acercas a la playa se van mezclando con grandes edificios. En la última manzana, la que da al parque de Isabel la Católica, se llegó a densidades típicas de Hong Kong, con 600 viviendas por hectárea. En suelo urbanizable se admite un máximo de 75. Hay zonas que están entre las 150 viviendas por hectárea. En Magnus Blikstad se llega a las 250. No quiero decir qué habría pasado de haber seguido creciendo con ese modelo.

-¿Qué le parece aquella propuesta electoral de la Alcaldesa de darle un nuevo aspecto al muro?

-Eso se llama propuestas cosméticas. Estos edificios, viejos y mal construidos, entrarán pronto en obsolescencia funcional y eso puede permitir una política de reestructuración más ambiciosa que un simple camuflaje.

-¿Qué edificios notables perdió Gijón?

-No conocía la ciudad lo suficientemente bien para decirlo. Nosotros nos concentramos en evitar que se derribara. En 1973 se levantaron 7.000 viviendas y caían más de dos o tres edificios protegibles al mes. No creo que haya ninguna ciudad del Norte en la que se haya destruido tanto. Lo que se hizo en Vigo y La Coruña no es equivalente.

-¿Qué podría haber sido Gijón?

-El diseño tiene potencialidades enormes. Aunque visualmente es dominante, no hay tanto Gijón por encima de 6 u 8 plantas. Las ciudades bien hechas organizaron su crecimiento y no les va mal. Pienso en Santander o San Sebastián.

-¿Pero hubo presión demográfica?

-Sólo Uninsa. Cuando llegamos al planeamiento urbanístico de Gijón, nos dimos cuenta de que la ciudad había crecido de forma tan deslavazada que entre Nuevo Gijón y Gijón había espacio para hacer muchas casas y equipamientos. La prueba es que hasta 1995-2000 el límite de la ciudad era el mismo que en los años ochenta. Y eso que redujimos, de media, un 20% las alturas y otro tanto los fondos edificables.

-¿Qué son los fondos edificables?

-El fondo que puede tener una vivienda. Hasta entonces podía ser de 20 metros y eso hacía que la mitad de las viviendas fuera interiores en manzanas cerradas. Aunque en cada sitio lo hicimos distinto, en atención a las particularidades, como promedio dejamos los fondos en 12 metros.

-¿Dónde redujeron alturas?

-En Nuevo Gijón se pactó una reducción de edificabilidad. En el plan Gamazo, el barrio era de traza pintoresquista, de chalés. Lo que luego se proyectó eran edificaciones de mucha altura y logramos que quedara en algo intermedio. No se había hecho hasta entonces cesión alguna para equipamientos y los promotores ni siquiera se sabían lo que era. Cuando lo proponíamos, creían que bastaba con ceder el terreno y que el Ayuntamiento urbanizara. No, no, lo urbaniza usted. En 1981, hicimos encuestas sobre las necesidades de cada barrio en las asociaciones de vecinos y, en general, se conformaban con que estuviera asfaltado y hubiera luz.

-¿Qué Gijón dibujaba la traza de Gamazo?

-Uno de dimensiones humanas, no más de seis alturas, cierta belleza. En la práctica lo que se hicieron fueron manzanas y luego manzaneros en lugar de planes, y el siguiente manzanero era siempre más alto que en anterior.

-Urbanísticamente, ¿cómo es Gijón?

-Son tres ciudades de Oeste a Este. El infierno (La Calzada, el Natahoyo, Nuevo Gijón?) el purgatorio (la ciudad central) y el cielo, la parte oriental, que empieza en El Molinón, Viesques, el Piles y llega hasta Somió.

«No creo que haya ninguna ciudad del Norte donde se haya destruido tanto»