Es fácil imaginarse su corpachón en medio de una melé. En la más clásica tradición universitaria, el rugby, ese deporte de villanos jugado por caballeros, ha sido su gran pasión. Primero como jugador de buen nivel, luego como médico de la selección española y ahora como un reputado aficionado capaz de dedicar parte de su escaso tiempo libre a viajar por el viejo continente para ver un partido del torneo Seis Naciones. «Eso hay que verlo en directo». Y se le ilumina el rostro. La vida de Antonio Maestro Fernández (Mieres, 6 de abril de 1959) transcurre detrás de una sonrisa perenne. Su talento para rearmar rodillas, su pasión por el rugby y su bonhomía son los tres primeros rasgos que se vienen a la boca de todo el que opina sobre el jefe de los servicios médicos del Real Sporting de Gijón. Y así, en tres pinceladas gruesas, completan un retrato fiel.

Nacido en Mieres, como tantos de sus vecinos, se instaló pronto en Gijón. Se formó en el Corazón de María, donde estudió Bachillerato. Por esos días, Toño aún no había descubierto el rugby y probaba fortuna como defensa central del Juventus, donde le entrenó el histórico Tino Argumosa. En la Universidad de Oviedo, en la que cursó los estudios de Medicina y más tarde la especialidad, cambió el esférico por el ovalado. Toño Maestro jugó en el equipo de rugby de la Universidad y en el CAU, hasta que las obligaciones profesionales le condenaron a ponerse al otro lado de la banda. Más allá de los estudios académicos, el doctor Maestro completó su formación a la sombra de Pedro Guillén, uno de los más reputados especialistas a nivel nacional e internacional. A esas alturas, su carrera profesional ya estada completamente enfocada hacia el deporte y hacia la rodilla. A día de hoy, es uno de los hombres del mundo que más saben sobre esta articulación.

«Es un gran trabajador que hace trabajar a su entorno, es incansable y muy afable. Capaz de hacer diez mil cosas a la vez y todas bien». Quienes viven el día a día junto a Antonio Maestro tienen fundadas sospechas sobre una hiperactividad no diagnosticada. Tal parece que sus días tuvieran treinta horas, y siempre sin perder la sonrisa. Antonio Maestro es jefe de los servicios médicos del Sporting, trabaja en la mutua Fremap, atiende su clínica privada CEMMAR (Centro de Especialidades Médicas Maestro y Rodríguez) y aún tiene tiempo para organizar jornadas como el XXIII Congreso de la sociedad española de rodilla que esta semana ha traído a Gijón a 400 de los mejores especialistas del mundo en esta articulación. Así es Antonio Maestro. Con la misma meticulosidad y la misma sonrisa atiende a una estrella del fútbol que a un trabajador herido en accidente laboral o a un esquiador lesionado en Pajares. Buena parte de los ciudadanos de esta villa puede atestiguarlo.

El prestigio de Antonio Maestro ha trascendido las fronteras del Principado y no es extraño que algunos de los mejores futbolistas de la Liga española quieran conocer su opinión clínica. Valerón ha vuelto a meter goles para el Deportivo gracias a él. El lateral derecho del Zaragoza Diogo fue intervenido por Maestro la semana pasada y el delantero del Getafe Uche vino, cuando aún estaba en el Recre, para que le tratase una lesión de pubis. Son los ejemplos que han trascendido, pero es sabido que Maestro ha atendido en silencio (las cámaras le repelen) a otros muchos astros del balón. Esa es otra, Maestro siempre encuentra tiempo para atender a los numerosos «chollos» que se le van presentando. Los mejores ciclistas asturianos, algún campeón de judo, jugadoras internacionales de balonmano y otros grandes deportistas de la región son algunos de sus «clientes» habituales. Maestro siempre hace hueco y esto tiene premio. Como aquel día en que Chechu Rubiera, Samuel Sánchez, Carlos Barredo y Dani Navarro se presentaron en Mareo con una bicicleta de regalo para el doctor. Maestro la vio, bromeó, agradeció el detalle y de inmediato se subió a la bici sin quitarse siquiera la americana.

Tras pasar por la Universidad, el doctor Maestro trabajó en el Hospital de Jove durante algo más de cinco años y en el de Cabueñes durante una docena de ellos. Antes de llegar al Sporting fue médico del Gijón Baloncesto y de la selección española de rugby, donde volvieron a requerir sus servicios no hace demasiado. Esta vez le fue imposible aceptar.

Su hiperactividad profesional le ha dejado tiempo para formar una familia. Antonio Maestro está felizmente casado con Beatriz, con quien tiene dos hijos, Covadonga y Santiago. La mayor es una estrella en ciernes del balonmano femenino, que ya sabe lo que es ser internacional en las categorías inferiores de la selección española. En las distancias cortas, es un hombre cariñoso, que siempre ofrece un gesto amable y que gusta de los diminutivos para endulzar su discurso. Cuando aparca unos de sus grandes coches (tiene pasión por la firma alemana de la estrella) en Mareo prodiga bromas y saludos con todo el que se cruza en su camino. Si el buen humor es un rasgo de inteligencia, el doctor Maestro debe ser un superdotado.

Además del enorme reconocimiento profesional que se ha sabido cultivar, su buen hacer le ha granjeado también algunos premios. Uno de los más conocidos fue el «Mauricio Riosalido» que concede la sociedad española de cirugía ortopédica y traumatología y al que se hizo acreedor por una innovadora técnica de doble fascículo en la reconstrucción del ligamento cruzado anterior.

En su trato diario, Antonio Maestro es de los que reparten juego. Cuando algún futbolista tarda más tiempo de lo esperado en recuperarse asume la culpa en singular. Cuando sucede lo contrario, que es lo habitual, y los plazos se acortan, prefiere el plural y no se olvida de citar a ninguno de los miembros de su equipo. El doctor Gonzalo Revuelta, quien lleva el día a día del club, el recuperador Lorenzo del Pozo, a quien se trajo del Gijón Baloncesto, y los fisioterapeutas Lobelle y Maribona. Juntos forman un equipo de Primera, porque el Sporting, además de su gran historia, puede presumir de tener unos servicios médicos que son referencia en el fútbol español. Pocas veces un apellido hizo tanta justicia como el que señala a Toño como un Maestro de las rodillas.