Es director de la Escuela Universitaria de Relaciones Laborales de Gijón, pero su verdadera especialidad son las relaciones sociales. El patronato de la escuela anunció el martes el inicio del proceso de cierre, ya no entrarán más alumnos, así que Julio Rodríguez cambiará de empleo igual que, también esta semana, cambió de piso y de ciudad. De la ovetense González Besada a una vivienda de alquiler en el Muro, a un paso de la playa, aunque él es más de mar que de playa.

Es ovetense de 1971 e hijo del que fuera rector de la Universidad de Oviedo, Julio Rodríguez.

Escritor, poeta y medio amante de la música comenzó estas aficiones en orden inverso. Lo de la música allá por los primeros años noventa. Los ovetenses recordarán «Oviedo múltiple», ese gran festival de música independiente que salió del empeño de Julio y de un grupo de colegas por entonces universitarios, claro, con el respaldo del rector.

Fueron años de los que guarda un gran recuerdo y algunas imágenes borrosas de un piso alquilado por la Peña Petacos encima del Diario Roma, en la calle Mon. Ellos inventaron el «botellón» bajo techo cuando todo el mundo bebía en los bares.

Era habitual de los conciertos, especialmente si sobre el escenario estaban los «Monster», chavaletes de Oviedo jugando a ser indies cuando nacía el Xixón Sound.

Pasemos a la literatura. En 2003 el que parecía un tipo juerguista, desenfadado y despreocupado sorprendió incluso a los más cercanos.

¿Sabes que Julio ahora escribe?, se preguntaban los noctámbulos ovetenses de barra en barra. Y todo porque el chaval había escrito una novela, «El mayor poeta del mundo», y había sido seleccionado entre los diez finalistas del «Planeta» de aquel año. No lo ganó, y si hubiese sido así Oviedo aún recordaría el fiestón.

Así que a Julio le dio por esto de las letras y poco a poco fue dejando la noche. Ya es difícil verlo en la calle Mon, pero es casi parte del paisaje de la plaza del Fontán un domingo por la mañana, junto a su chica y una botellina de sidra.

Después de la novela, un cáustico reflejo del egocentrismo poético, llegó la poesía. Ganó el premio «Alarcos» con «Naranjas cada vez que te levantas», un buen desayuno para los que se inician en el verso.

Y ahí sigue este tipo al que conoce todo Oviedo y parte de Gijón, que cuando se pone sentimental se acuerda de su padre y de Italia.

Julio Rodríguez está a mil cosas, su cabeza está llena de ideas, proyectos y muchas ilusiones, así que lo tiene que ordenar todo, eso más el trabajo, que no es poco, y la mudanza, que es mucho. Así que siempre lleva una carpetina de esas de plástico con un horario como los que se hacían en el cole antes de tener ordenador en casa, con tiralíneas. Cuadrante de la semana por días y horas y citas apuntadas a boli, tachadas y cambiadas.

Un tipo que se toma la vida medio en broma y sin prisas porque como dice su aforismo preferido: «Nosotros procuremos la calma, que de la urgencia ya se ocupa el tiempo», así que, como practica el propio Julio, «prisa ninguna» que todo se andará.