María CAVIA

«No soy vecina de Somió, pero vengo todos los años al Carmen. No me pierdo uno. Disfruto muchísimo». La gijonesa Ana García es una incondicional de estas fiestas del Carmen de la parroquia de Somió que ayer decían adiós tras tres días de maratoniana actividad. Los festejos se habían iniciado con la proclamación de la reina infantil, la dama de honor y el galán de las fiestas. Este año los afortunados fueron Carolina Río, de 11 años, Paloma Fernández y Miguel Gutiérrez, ambos de 8 años.

Si la lectura del pregón, a cargo de Jesús Fuentes Villa, presidente de Caja Rural de Gijón, inauguró las fiestas ayer, los vecinos de Somió les ponían el broche final. El día comenzó con una misa solemne a las doce de la mañana en la parroquia de San Julián. No cabía ni un alfiler y fueron muchos los que aguardaron fuera. La misa estuvo oficiada por Pío Sánchez, párroco de San Julián. Éste centró el interés, como no podía ser de otra manera, en la Virgen del Carmen, por la que los vecinos sienten una «especial devoción». También hizo hincapié en la situación que se encuentra la Iglesia asturiana tras la partida de don Carlos Osoro a tierras valencianas. Comentó la urgencia de un arzobispo para la diócesis que reúna las virtudes del «discernimiento, la lealtad y la santidad».

La «Coral de San Julián» puso sus voces a la ceremonia cantando a la Virgen del Carmen y varias tonadas asturianas. También tuvo lugar la clásica ofrenda del «ramu», cargado de productos típicos y portado por cuatro jóvenes con los trajes tradicionales. La misa finalizó y dio comienzo la procesión de la imagen de la Virgen por los caminos de Somió acompañada por el párroco y por todos los vecinos que se sumaron al paso. El desfile partió de San Julián y continuó por la avenida de Juán Valdés Cores, recorriendo algunas de las calles del barrio y regresando a la iglesia.

La Banda de Música de Gijón puso ritmo a la marcha y estuvo acompañada por los grupos de baile de «San Julián», el de «Jovellanos» y el «Grupo de pescadoras» de la asociación de vecinos. Todos vestidos con el traje regional.

Los más pequeños también aprovecharon la ocasión para enfundarse en los vestidos tradicionales. «Nos vestimos todos los años de asturianas y vamos a aprender a bailar también», comentaban dos hermanas de 9 y 7 años, vecinas de la parroquia. Como colofón a la ceremonia, la «Coral de San Julián» interpretó la salve marinera.

Después todos se reunieron para la espicha. Bollos preñaos, empanadas y sidra no faltaron en la reunión vecinal. Muchos gijoneses, y algún que otro acompañante llegado de otras tierras, quisieron apuntarse a la fiesta abarrotando el campu de la iglesia para aprovechar al máximo el último día de celebración.

Con todos preparados se procedió al sorteo del ramu. «A quien le toque va a hartarse de llambiar», comentaba un vecino. Y como en cualquier romería asturiana, los grupos de baile amenizaron la espicha con el folklore tradicional. La sobremesa se alargó hasta las seis de la tarde, cuando dieron comienzo los concursos: tiru con gomeru, juegu rana y juegu llave, que son los trofeos ya arraigados en las fiestas y que este año tampoco faltaron.