La gran duda que genera el acuerdo del lunes entre el Gobierno de España y el del Principado para sufragar los sobrecostes de El Musel es saber hasta qué punto el préstamo de 215 millones a la Autoridad Portuaria hipoteca el futuro del puerto ensanchado. Una obra faraónica que se acomete para conseguir que El Musel sea más competitivo no puede acabar cercenando la competitividad del puerto, que habrá de devolver 465 millones a sus prestamistas, sea el Banco Europeo de Inversiones o el Ministerio de Fomento. Por mucho que el pago se aplace unos años, y en un escenario de carencias como el que dibuja la actualidad y aún sin fecha de caducidad, la Autoridad Portuaria se verá obligada a hacer encaje de bolillos para cuadrar sus números. Lo mejor del acuerdo es que las obras culminarán previsiblemente en tiempo y forma, aunque no en coste. Y lo peor, que el sobrecoste lo iba a pagar primero Fomento, después toda Asturias y al final lo pagará sólo Gijón.