Cuando lo religioso cotiza poco, según dicen algunos, me encuentro con noticias que me hacen pensar que el espíritu cristiano sigue ahí. La trayectoria de un catedrático y ministro que ha muerto, la predicación de un arzobispo y la postura de un Alcalde son noticias que me lo confirman.

Católico convencido. Joaquín Ruiz-Giménez ha muerto, aquel que en 1963 (año de mi ordenación) fundara la revista «Cuadernos para el Diálogo», en un intento de apertura del régimen franquista, y que a finales de los sesenta se convirtió en plataforma de todos los sectores democráticos. Confieso que yo leía aquella revista con el mismo fervor que los monárquicos leían el «ABC» o los más píos el «Kempis». Fue profesor encargado de la cátedra de Relaciones Iglesia-Estado de la Facultad de Ciencias Políticas y Económicas de Madrid. En agosto de 1948 fue nombrado embajador en la Santa Sede con el objetivo de preparar el Concordato, labor que interrumpió al ser designado ministro de Educación Nacional, el 16 de julio de 1951. Entre 1973 y 1976 fue presidente de la Comisión Nacional «Justicia y Paz» y en 1975 vicepresidente del Instituto Internacional de Derechos Humanos. Participó en la formación de la Junta Democrática y la Plataforma Democrática.

Elegido en marzo de 1977 presidente de la Federación de la Democracia Cristiana, encabezó la candidatura por Madrid en las elecciones del 15 de junio, no tuvo éxito y el partido se disolvió en 1979. Su amigo, el cardenal Tarancón, le había aconsejado no crear un partido confesional y claramente le manifestó que él no apoyaría a ningún partido, creo que hizo bien el cardenal. Mi homenaje y recuerdo cariñoso para un católico bueno, convencido y comprometido.

Arzobispo evangélico. Santiago Agrelo, arzobispo de Tánger, al comentar el evangelio de hoy se centra en estas palabras de Jesús: «Dejáis a un lado el mandamiento de Dios para aferraros a la tradición de los hombres». ¿Quién no recuerda el halo de misterio que rodeaba la celebración de la misa cuando el cura la decía en latín, en voz baja, y de espaldas a una comunidad creyente que no oía, no veía, no entendía? ¿Quién no recuerda amigos o conocidos que en las reformas litúrgicas de después del Concilio encontraron una razón para abandonar toda forma de participación en las celebraciones de la comunidad eclesial? Todo ello en nombre de una supuesta tradición que, en realidad, no era otra cosa que tradiciones humanas. Las palabras del evangelio llegan llenas de verdad para denunciar estas situaciones: «Dejáis a un lado el mandamiento de Dios para aferraros a la tradición de los hombres». Si queremos saber de la soledad en que dejamos a Cristo será conveniente que consideremos la soledad en que dejamos a los pobres.

Socialista cristiano. El alcalde de Baena y senador del PSOE por Córdoba, Luis Moreno, rechazó en el pleno la retirada del crucifijo -solicitada por IU- instalado en la mesa presidencial del salón plenario. «Este Cristo estará aquí mientras yo sea alcalde. Estará aquí mientras yo sea alcalde, se lo repito». La negativa del dirigente socialista contrasta con la reforma de la ley de Libertad Religiosa que prepara el Gobierno también socialista y que aboga por retirar estos símbolos de los espacios públicos. Preguntado el Alcalde por esta paradoja, manifestó que el crucifijo lleva más de 100 años en el Ayuntamiento y que aún no existe una ley que le obligue a retirarlo. Hace muchos años en una Universidad española tiraron un crucifijo por la ventana y naturalmente se oyeron miles de gritos de protesta. Un cura, consiliario de la HOAC y que recuerdo se llamaba Paco, escribió una carta en la que decía que más grave que tirar una imagen por la ventana era tirar a la calle a un trabajador o los atropellos que se cometen cada día con los pobres.