Cómico, llega con «Las noches de Paramount Comedy»

M. IGLESIAS

Cuando le dicen que se ha hecho famoso con los monólogos, Agustín Jiménez responde que él ya era famoso en su barrio de Hortaleza. Descarado y con un humor muy peculiar, marcado por la cantera de la Paramount Comedy, Jiménez llega esta noche al Palacio de Congresos de la ciudad con sus compañeros Ignatius y Pepe Céspedes. El humorista reconoce que la idea de hacer monólogos dentro de «Las noches de Paramount Comedy» le atrae, sobre todo, por juntarse con sus amigos de siempre.

-Después de diez años haciendo monólogos, ¿cómo consigue que la gente se siga riendo?

-El monólogo es un género nuevo, que se ha asentado con el paso de los años. Por tanto, todos los que lo hacemos tenemos la responsabilidad de cuidarlo y mimarlo, pero también debemos procurar renovarlo. El Club de la Comedia lo popularizó, pero en televisión el monólogo se convierte en un producto edulcorado, suave. Lo que funciona, de verdad, es el directo, donde muchas veces prescindes del texto escrito. Es como el jazz, tienes una base y a partir de ahí improvisas e implicas al público.

-¿Ha desaparecido el humor castizo?

-En mi quinta hubo un vacío generacional, donde heredabas los humoristas de tus padres. Todos los que nacimos en esa época nos olvidamos del humor de mariquitas y de gitanos, el humor de las clases sociales o de reírse del pobre. Somos una generación que se ha criado con la misma televisión, por lo que vamos en la misma sintonía.

-Las abuelas, ¿con qué se ríen?

-En mi caso, me siento orgulloso de tener un público generalista. En mis espectáculos hay desde niños hasta abuelas, y a todos les gusta. También intento hacer partícipe a la mayor parte del público, pero ahora vivimos en una sociedad globalizada donde casi todo el mundo ha viajado o se ha subido en un avión.

-¿Y a usted qué le hace gracia?

-Me río con el Gordo y el Flaco, con grandes clásicos como los Monty Python, o con el surrealismo de «Muchachada Nui», pero también me hacen mucha gracia mis propios compañeros. Soy fan de mis compañeros, muchas veces me rodeo de gente simpática que te abre mucho la mente. Aunque yo, de por sí, me considero un investigador de la comedia, siempre estoy buscando nuevas fórmulas, guiños que hagan reír...

-¿Todavía le sorprende el público?

-Muchísimas veces. El secreto es aparentar confianza, pero no tener nunca confianza completa en ti mismo. Además, hay que apuntalar bien el texto, o buscar trampas para que la gente se parta de risa. Cada monólogo es un viaje que haces con el espectador y como no haya risas todos sabemos que ese viaje está yendo mal.

-¿En qué profesiones echa en falta sentido del humor?

-Sentido del humor no tienen los políticos, y eso denota una clara falta de inteligencia. Muchas veces nos reímos de sus salidas de tono, como cuando el célebre «¡Manda güevos!» o el «¿Por qué no te callas?», pero eso no significa que sean recurrentes. La falta de humor en la política es un signo de que no creen en él. También lo echo de menos en la vida cotidiana y en las escuelas, los chavales de ahora tienen muy mala leche. Otro de los gremios sin sentido del humor es el de los futbolistas.

-¿Qué es para usted el humor?

-El humor es un arma con la que te defiendes, con la que ligas a una chica, pero también con la que puedes atacar. Yo creo en el humor como una forma de convivencia. A mí, a lo largo de mi vida, siempre me ha ido bien utilizando el sentido del humor. En el colegio no era buen estudiante, pero tenía cara, don de gentes y le echaba morro.

«Me río con el Gordo y el Flaco o con Monty Python, pero también soy fan de mis propios compañeros»

«El humor es un arma con la que te defiendes, ligas, pero también atacas; es una forma de convivencia»