R. GARCÍA

Onelia González entró a trabajar como secretaria de Emtusa en 1972. Nieves Romero hace apenas dos años que ejerce como conductora, pero ambas tienen en común que son mujeres y que trabajan para una empresa que hasta hace poco era un coto de empleo masculino. La paridad avanza al volante de los autobuses de la ciudad: son ya 22 las conductoras que dirigen autobuses públicos en Gijón, aunque aún sólo suponen el 8% del total de la plantilla.

Cuando Onelia González empezó a trabajar en el transporte público los responsables de la empresa, entonces privada, tuvieron que abrirle un baño para ella sola. Era la primera mujer que accedía al selecto grupo de conductores del transporte de autobuses urbanos de Gijón. Ahora le quedan pocos días para jubilarse y, «gracias a Dios», el panorama de la mujer en Emtusa ha cambiado, y mucho.

«Es la mejor empresa en la que he trabajado en mi vida. Tuve mucha suerte de entrar aquí y de ser considerada una más. Me encanta haber roto el hielo», señala González. No le falta razón. Recuerda que cuando entró la primera conductora «todo el mundo hablaba de ella», señala. Lo que en un principio suponía una novedad ahora se ha convertido en algo anecdótico, «en el pan nuestro de cada día».

Otra mujer, Nieves Romero, se ha ganado un puesto en la misma empresa en tan sólo dos años. Representa a un modelo de trabajador que, además de conducir, pretende «ofrecer un servicio público y hacer el viaje del usuario un poco más agradable». Cada día circula con el autobús articulado de la línea 1, que une El Cerillero con el Hospital de Cabueñes, una de las líneas que cuenta con más usuarios.

«No he notado discriminación en el trabajo, pero sí que es cierto que en algunas ocasiones oyes comentarios del tipo "mujer tenías que ser". Son opiniones que obvias, y sigues trabajando», señala Romero. Para esta conductora el trabajo va mucho más allá de las guías de la carretera. Su labor, asegura, es que los ciudadanos se sientan cómodos, «no se trata sólo de dar billetes, conducir y punto».

«Recuerdo en una ocasión en que entró una madre con su niño en sillita en el autobús. Como el niño no paraba de llorar me acerqué a él en una parada y le dije que se tranquilizara y le sonreí para decirle que si no paraba de llorar nos multaba la Policía». Para Nieves Romero, el autobús es «como una miniciudad dentro de Gijón».

¿Quiénes son los usuarios que mejor la reciben? «Evidentemente, las mujeres, porque se sienten orgullosas de ver a otra mujer al volante en una profesión que, no se puede negar, ha sido siempre típicamente masculina».

«Cuando saqué las oposiciones creí que me había tocado la lotería», añade. Ha conseguido el objetivo de ponerse al volante de un autobús urbano en su ciudad. «Quiero estar pendiente del viajero y que se sienta bien dentro y fuera del autobús». Y lo consigue.