Desde Valdediós, donde Camín se retiró a vivir en contacto con la naturaleza de su asturiana tierra han venido al Barjola casi 200 piezas del artista, de todos los tipos y todas las épocas. Algunas son de particulares muy allegados, pero la inmensa mayoría estaba en su vivienda y taller. En estos casos se suele decir que pertenecen a la colección personal del artista, aquellas obras de las que no quiso desprenderse porque marcaban hitos en su trayectoria vital y creativa. Alguna habrá de ellas. Pero también es lógico pensar que a un artista le quedan en el taller simplemente obras no vendidas.

Estas casi 200 piezas de Rubio Camín ocupan dos plantas del Museo Barjola. Han sido escogidas y situadas por la comisaria de la muestra, Soledad Álvarez, que dirige el departamento de Historia del Arte de la Universidad de Oviedo. Las cinco muestras de Camín (Barjola, Museo Evaristo Valle, Cornión, Casa Natal de Jovellanos, Casa de Cultura de Avilés) y la guía de Héctor Blanco llevan logotipo común, diseñado por Pablo Maojo, que así eleva su particular homenaje de reconocimiento al maestro que inspiró su trabajo sobre la madera.

Las obras distribuidas en dos plantas intermedias del Museo Barjola no siguen un orden cronológico estricto, aunque, en general, la planta superior alberga obras más recientes. Hay un rincón dedicado al artista religioso, con diseños para los Padre Paúles de Londres (St. Vicent de Potress Bar) y dos candelabros de la iglesia de San Pedro. (Tanto Joaquín como su hermano Félix se educaron en el Colegio gijonés del Corazón de María. Los profesores insistieron a la familia para que Joaquín siguiera su vocación de artista. Pero a Félix le captó un fraile paúl que andaba por escuelas y colegios reclutando vocaciones, como era habitual en la época.) Hay otro rincón para la vida casera, con retratos de familia y muebles diseñados por Camín, como una lámpara, una mesa, un biombo. La primera etapa pictórica de Rubio Camín, que le valió el Premio Nacional de Pintura en Madrid -1955-, ocupa lugar importante. Son las obras del Gijón industrial, realizadas junto a Antonio Suárez. Esos paisajes planos y poscubistas de las afueras, las calles geométricas y silenciosas, los gasómetros, el caballo escuálido. La serie no es una antología, antes evidencia tanteos e influencias de pintores como Cirilo Martínez Novillo, Zabaleta, Regoyos, Gutiérrez Solana, Benjamín Palencia, Vela Zanetti, algunos paisajistas asturianos y también algunos metafísicos italianos como De Chirico o Morandi.

Las piezas iniciales en hierro de los años sesenta se colocan en las dos plantas, a veces por necesidades de espacio o circulación de visitantes, o con la intención de que algunas obras semejantes no se anulen entre ellas, como «Nalón» (1963) y «Sonata para percusión» (1964), las dos en plancha de hierro. O «Nave espacial» (1962) y «Antena» (1962), ambas con chapa y clavos. Camín abandona la pintura y busca realizar esculturas con nuevos materiales. Hay obras primerizas, como la antena de clavos. Pero otras del mismo tiempo alcanzan gran altura, como esos primeros trabajos con angulares que trazan volúmenes en el aire («Laocoonte» -1962- y «Homenaje a Vivaldi» (1962). Otro día hablaremos de las cajas metafísicas de Camín -a la manera de Jorge Oteiza- que se exponen en el Museo Evaristo Valle. Pero digamos ya de mano que la aportación más original de Rubio Camín a la escultura abstracta son -a nuestro entender- los angulares. Y entre ellos, la «Estrella» de 1980 sobresale en esta exposición. Dos etapas se pueden distinguir en el trabajo de los angulares: una de volúmenes curvos y otra posterior en la que el escultor respeta mucho la continuidad del angular y reduce al mínimo su intervención.

También en las dos plantas se distribuyen las obras sobre madera. En ellas no aparecen soluciones brillantes. Una lenta búsqueda. Camín deja la gubia y en un segundo tiempo ataca la madera con instrumentos de carpintero o guardabosque, como el hacha, la azuela y la motosierra. Obtiene mejores resultados.

En la planta superior pueden verse los trabajos de los últimos años de Camín sobre plancha de hierro (serie Zurbarán) y sobre varilla de hierro. Esta última serie, fuertemente minimalista y adornada de títulos musicales, luce bien a pequeña escala.

Al visitar esta exposición del Valdediós de Camín en el Barjola, salimos convencidos de la infatigable búsqueda del artista, cuyos procesos creativos, con aciertos y errores, hemos conocido.