Dibujante de cómic

María IGLESIAS

M. IGLESIAS

A sus 83 años, a Russ Heath no le tiembla el pulso para dibujar. Comenzó su relación con el cómic siendo un adolescente, pero no tardó en destacar por su calidad, elegancia y estilo fotográfico. Conocido como «uno de los dioses» del género, este neoyorquino es de los pocos dibujantes clásicos que aún hoy siguen en activo. La mayor parte de su vida profesional se mantuvo ligada a la DC Company, dibujando series de aventuras y temática fantástica, aunque pronto se especializó en las historias bélicas. Ahora, visita el 33.º Salón Internacional del Cómic de Gijón y lo hace como uno de los pesos pesados de la novela gráfica.

-Es uno de los pocos dibujantes de su generación que siguen en activo, ¿qué evolución ha seguido la industria del cómic?

-No sé hacia dónde va. La cosa está un poco perdida. Por ejemplo, ahora quieren hacer una reimpresión de «El Llanero Solitario» y me han pedido las copias. Al poco, me enviaron una muestra en la que aparecían dos niños mirando un edificio y en él se ve a «El Llanero Solitario» colgado boca abajo. Entonces yo pensé: «¡Esto es Spiderman!, no lo que yo dibujé». Si no puedes ser fiel al personaje, no lo hagas. Yo ahora ya no quiero saber nada más de este tema. Me pasó lo mismo cuando hice una colección de leyendas de Batman, porque lo que me preocupaba era dibujar bien, no hacer posturitas o capas chulas. No me llamaron más.

-La queja más extendida entre los dibujantes es que las grandes compañías les han robado los derechos de autor.

-Hace cuarenta, cincuenta años ocurría lo siguiente: como artista entregaba el trabajo al editor, y él hacía lo que le daba la gana. Si quería lo destruía, y no tenías derecho a nada. Sólo recibías dinero por la primera edición. Neal Adams fue uno de los que más protestaron por este tema, porque insistía en que el artista tenía derecho a vender a la compañía su dibujo y luego a que se lo devolviera para hacer con él lo que quisiera. Una práctica muy habitual para ganar dinero era vender los originales a los fans. Hoy en día todo es mucho más complicado y la respuesta más lógica nunca es la correcta cuando se pregunta de quién es tal o cual personaje o propiedad. Estos problemas, al final, van en detrimento de la obra.

-¿Por qué no colaboró con el cine, como otros compañeros?

-Me gustaría, lo que ocurre es que no conozco a la gente adecuada. Lo más próximo que he hecho ha sido trabajar como artista de «story board» para anuncios de agencias de publicidad. Con la película que estuve más relacionado fue con «Rocketeer», un cómic que hacía con un amigo mío. A mí me pidieron el cómic oficial de la película.

-¿Qué piensa de la reinvención que está viviendo la industria del cómic, tanto en videojuegos como en películas de superhéroes?

-No sé cómo derivará la historia. Por una lado, puede ser una racha buenísima y durar cien años, o que se acabe la obsesión de utilizar los cómics como inspiración. A mí me cuesta mucho creerme una película en la que el protagonista sea una persona con un supertraje y que tenga superpoderes. Además, si hay un superhéroe también tiene que haber un supervillano. Toda esta gente cuando no está peleando, ¿qué hace? En ese caso, prefiero ir a ver una comedia de adolescentes enamorados, si no fueran una basura, antes que ir a ver una película de superhéroes.

-Si tuviera que hacer una retrospectiva de su obra ¿con cuál se queda?

-«El Llanero Solitario» era una tira de prensa que fue la que más tiempo me llevó realizar. Cada tira me llevaba 90 horas a la semana, con lo cual no tenía tiempo para nada. Además, «El Llanero Solitario» no era especialmente popular en aquella época y yo quería esforzarme porque creía que había posibilidades para que siguiera adelante. Duró dos años y medio, pero gracias a Dios, porque con ese ritmo de trabajo hubiera muerto. También hubo una historia bélica que publiqué, muy sencilla, porque trataba de una botella de vino, pero que tuvo éxito. Luego realicé una novela en la que se presentaba un nuevo tanque, también era una novela bélica. Era muy interesante tratar ese tema porque quería sorprender al lector.

-Siempre ha tenido fama de buen dibujante, pero realmente no es conocido por un cómic concreto. ¿Le preocupa?

-Realmente no. A mí lo que me interesa es diversificar. Pongo el caso de «El Llanero Solitario» porque quizá fue el cómic que más esfuerzo me llevó. Cuando me puse manos a la obra, yo tenía un guionista para mí. La trama de «El Llanero Solitario» siempre tenía lugar en los mismos entornos, con el mismo clima, los mismos enemigos... Entonces yo pensaba: «Nunca se le ha visto con jersey de invierno» y entonces fui flexible con la cronología y añadí elementos de las obras de Mark Twain o de los hermanos James... Todas esas cosas me permitían coger un personaje y hacer con él lo que quisiera. En ese sentido, me siento realizado.

-Roy Lichtenstein se inspiró en una de sus tiras más famosas para crear la obra «Blam». Este hecho ¿le ha perjudicado?

-La anécdota que voy a contar pasó hace muchos años en el Museo de Arte Moderno de Nueva York. Hicieron una exposición de mis originales, y Lichtenstein, que tenía mis tebeos tirados por el suelo de su habitación, utilizó mis recortes para hacer la composición del famoso cuadro «Blam», que luego vendió por cuatro millones de dólares, de los cuales yo no vi ni un centavo. Y no sólo eso, sino que no me invitó ni siquiera a una copa. Me dijeron que por qué no le denunciaba, y lo cierto es que no podía porque los personajes no eran propiedad mía, sino de la editorial. Ahora, como está muerto, no puedo vengarme, pero me sentó muy mal.

La mala reputación de la fecha, martes y 13, no empañó una celebración, ya de por sí, de aficionados a «la mala suerte y al género negro». La 33.ª edición del Salón Internacional del Cómic de Gijón abrió ayer sus puertas con la presencia de los grandes del dibujo. Los encargados de inaugurar el certamen: el concejal de Cultura, Justo Vilabrille; el escritor Juan José Plans y el director del Salón, Faustino Rodríguez Arbesú, recordaron la gran afición por el tebeo que existe en la ciudad, así como la «dificultad» que conlleva poner en marcha un evento de tales características. Por su parte, Plans destacó la elección de la fecha de inicio del Salón como «acertada» por «arriesgarse en contra de todos los pronósticos». «Es un día dedicado a los amantes del 12+1, a los hoteles que suprimen ese número de habitación e incluso a los lectores de novela dramática», dijo el escritor. También definió la nueva edición del certamen como «diferente» y «desafiante». «Queremos demostrar el espíritu de combate de este festival», añadió.

Hoy, a las 18.30 horas, se presentarán las obras de F. Flórez y de Neto. Después, habrá un coloquio con Santiago Arcas.