R. G.

Como si de una banda de profesionales se tratara. Así actuaban cuatro niños de un colegio gijonés que durante las últimas semanas se venían dedicando a robar las gomas de borrar que guardaban en sus estuches sus compañeros de clase. Los pequeños, de tan sólo ocho años, seguían un plan para robar material escolar, pero su «travesura» se fue al traste cuando una profesora del centro escolar descubrió que eran ellos los responsables de las desapariciones.

Todo comenzó un lunes por la mañana. Los cuatro niños se escondieron en los baños del colegio, mientras sus compañeros disfrutaban del recreo. Sin ser vistos, se dirigieron a su clase y se pusieron a robar todas las gomas de borrar que tuvieron a su alcance, para meterlas luego en una mochila. Y así lo hicieron durante cinco días consecutivos, hasta que los profesores empezaron a sospechar.

Una de las maestras se escondió en la clase durante el recreo y pilló a los pequeños in fraganti. Les pidió que le enseñaran dónde tenían el material robado y uno de los niños, que ejercía como cabecilla, guió a la profesora hasta la mochila en la que escondían las gomas. Los profesores decidieron poner el suceso en conocimiento de los padres y castigaron a los niños, que tuvieron que estar durante una semana sin disfrutar del momento del recreo con sus compañeros. Su pequeña trama delictiva acabó poco después de que comenzara.