M. CASTRO

No es el petróleo del Mar del Norte ni el carbón de Polonia o de las minas asturianas. El mayor recurso energético autóctono de la Unión Europea es el viento marino. Instalando molinos eólicos en 10.000 kilómetros cuadrados, el 2% de la superficie marina de Europa (sin incluir en la cuenta el océano Atlántico), se podría generar toda la electricidad que demanda la UE, según el último informe de la Asociación Europea de Energía Eólica. En el mismo informe se manejan, como previsiones más realistas, la producción en 2030 del 16,7% de la electricidad de la UE en parques eólicos marinos.

Unos planes que nacen de la estrategia europea contra el cambio climático y que van a suponer un suculento negocio para empresas de tecnología eólica, de componentes eléctricos, informáticas, del metal, astilleros y puertos. Un negocio al que Asturias se acerca a través del proyecto del cluster de la energía para poner en marcha un laboratorio de experimentación con energía eólica en alta mar, en el que participan empresas, administraciones públicas y la Universidad.

El interés por no perder ese tren queda claro si se tiene en cuenta que en las próximas dos décadas se invertirán 192 billones de euros en la instalación de más de 148 gigavatios eólicos marinos, según el informe citado (equivalente a 174 centrales de gas como la que se va a instalar en El Musel). En la actualidad, no llegan a dos. Las nuevas granjas eólicas se sembrarán sobre todo en el Mar del Norte, el Báltico, el Canal de la Mancha y el mar de Irlanda.

Además del impacto ambiental, estos proyectos supondrán un boom económico y la creación de empleos de alta cualificación en el que una parte importante del pastel se la llevarán las empresas que fabriquen grandes estructuras de calderería y las de componentes eléctricos, algo que no ocurre con la energía eólica terrestre, en la que los aerogeneradores se llevan la mayor tajada.

La explicación es doble: por un lado, la necesidad de estabilizar los aerogeneradores en alta mar exige unas grandes piezas para su fondeo, y por otro, el transporte de la energía eléctrica es más complejo que en tierra. Aunque hay empresas en Asturias, dentro del cluster de la energía, que ya están intentando conseguir contratos en sistemas de cimentación de los aerogeneradores, aún no ha llegado ninguno. La clave en ese sector pasa por abaratar esas piezas y estandarizarlas.

Reino Unido y Alemania están impulsando sus proyectos eólicos en el mar. Gran Bretaña instalará 25.000 megavatios de energía eólica marina de aquí a 2020 en parques de hasta 500 megavatios (los de tierra suelen tener entre 10 y 25). En Escocia se están reconvirtiendo zonas de antiguas plataformas petrolíferas.

El negocio a largo plazo es redondo. A diferencia de la prospección petrolífera, las plataformas eólicas están estandarizadas y en caso de fallo o accidente el riesgo que se asume es mucho menor.

¿Por qué en el Mar del Norte o en el Báltico? Son poco profundos. Campos eólicos instalados a 20 kilómetros de las costas danesas se asientan bajo 14 metros de agua. A diez kilómetros de las costas españolas ya hay profundidades de 70 metros. Los proyectos de investigación caminan en la dirección de lograr estructuras rentables y resistentes a mayores profundidades.