Jesús está ya en Jerusalén y el fin está próximo. La ciudad se llena de peregrinos, que de todas partes acuden a Jerusalén para celebrar la gran fiesta de Pascua. El templo se llena de devotos y de fieles, que entran y salen, en un continuo ir y venir, de la sala de juntas del Sanedrín, a la contaduría, del matadero, de los almacenes, de la sal del tesoro al patio del templo, lugar de las limosnas.

En el bullicio de la gente, agolpada en el entorno del templo, a Jesús que observa, no le pasa desapercibida la actitud humilde de una mujer viuda, pobre, que echa dos monedas de cobre en el cepillo de las limosnas. «Está pobre viuda, dice jesús a los discípulos, ha echado más que ninguno de los que echan dinero en el arca, pues todos dan d elo que les sobra, pero ella, en su pobreza, ha dado todo lo que tenía para sus sustento».

Jesús elogia la conducta humilde de la viuda y condena la actitud ostentosa y arrogante, de los escribas y fariseos. El señor denuncia la ostentación y el afán de sobresalir, dice que buscan siempre el propio interés, quieren figurar en los primeros puestos, desean que les hagan reverencias por la calle y devoran los bienes de las viudas. Para Jesús el verdadero valor de la persona no está en sus componentes externos que pueden engañar, sino en las actitudes, que son el motor de la conducta, generosidad compasion, humildad frente a egoísmo, ambición, acaparar frente a compartir.

En el Antiguo Testamento se nos habla de otra viuda, pobre, de Sarepta, cerca de Sidón, en el Líbano, que ofrece al profeta Elías, extenuado y hambriento, la escasa medida de harina y aceite, que ella tenía para sí y su hijo. Elías comió y recobró fuerzas y a pesar se la entrega generosa de la viuda, «ni la orza de harina se vació, ni el aceite se agotó». Las dos mujeres nos dan una lección de generosidad. No dudan en compartir lo poco que tienen.

Cuando se acapara y se almacena, se hinchan los graneros, pero se empequeñece el alma; cuando se comparte, mengua la despensa, pero se engrandece el alma. Sigue siendo cierto lo del salmo: «El señor mantiene su fidelidad y sustenta al huérfano y a la viuda».