Soprano

Tanto la soprano Belén Genicio como su esposo, el tenor Ramón Alonso, están estrechamente vinculados a Gijón. Ambos han ofrecido numerosos recitales como solistas, bien acompañados del piano o de un conjunto coral como la Polifónica Gijonesa. A su vez, Ramón Alonso ha sido profesor del Conservatorio de Música de nuestra ciudad durante 16 años.

Belén, dotada de una voz preciosa, tiene tras de sí una extraordinaria carrera, que aún se mantiene a mitad de camino; son muchos los contratos que hoy ha de cumplir, aunque siempre adscritos en el nivel de exigencia que su propia sabiduría le reclama. De la charla con ella se deduce que es una mujer fuerte, apasionada, sincera... Lleva puesta su voz con tanta naturalidad que no mostró el menor reparo en cantar, al pedirle que identificara un título concreto. Fue como un prodigio, de pronto nuestro entorno se llenó de belleza.

Nacida en Oviedo, «una ciudad en la que nunca he vivido», hija única, hizo sus primeros estudios en el colegio de las Madres Teresianas, y la carrera de Ciencias Químicas en la Universidad de Oviedo. Paralelamente se licenció en piano y canto.

-¿Su pasión por la música le llegaba por vía genética?

- Sí, mi padre, Luis Genicio, fue un gran clarinetista, y mi abuelo, León Genicio, había sido director de banda y compositor. El abuelo nació en Zamora y mi padre en Gijón, de lo que siempre estuvo muy orgulloso. Contrajo matrimonio con una ovetense, Belén Álvarez, que no tenía nada que ver con la música; mi madre era una gran cocinera, trabajaba en el establecimiento de sus padres, «El Diluvio», ubicado en la calle de La Vega, donde yo nací.

- ¿Recuerda cómo vivía usted la música de pequeña?

- Sí, escuchando a mí padre tocar y ensayar el clarinete; hoy es uno de mis instrumentos favoritos. Yo cantaba de todo; los cuplés de Sara Montiel eran mis preferidos. Cuando tenía siete años mi padre me llevó por primera vez a la ópera, era «La Traviata». Creo que mi padre iba preocupado, «esta niña va a aburrirse», pensaba, pero lo cierto es que aquello me impresionó tanto que al terminar no quería irme, «¿pero ya se acabó?», decía. A partir de ahí fui siempre con él. Empecé a comprar discos de arias y a imitar a las grandes cantantes.

-¿Cuál es el aria que más repetía, de niña?

- «Caro nome» de Rigoletto. Más tarde, una vez en la Universidad, formé parte de su coro, bajo la dirección de Luis Gutiérrez Arias.

-¿Obtuvo sus tres licenciaturas de un modo simultáneo?

-A los 22 años había terminado Ciencias Químicas, pero como posteriormente hice el doctorado, en esos tres años, más otro, completé la carrera de canto. La de piano ya la había acabado a los 18 años.

-Toda una encrucijada de caminos con sólo 25 años. Doctora en Químicas, pianista y cantante, ¿no tuvo dudas a la hora de elegir?

- Las circunstancias me ayudaron mucho. Me había presentado a dos concursos de canto, uno en San Sebastián y otro en Valencia, y al obtener en ambos el primer premio decidí dedicar mi vida al canto.

- ¿Así que nunca ejerció su doctorado en Ciencias Químicas?

- Durante los tres años de preparación de la tesis fui profesora ayudante en la Universidad. Pero el día que la leí, «Cinética y mecanismo de la reacción dicromato-ioduro en un medio ácido sulfúrico», abandoné la Química para siempre.

-No deja de ser una trayectoria extravagante para una prima donna...

- He observado que mi personalidad está llena de contrastes. Pero no es tan raro, el compositor ruso Alexander Borodin también era químico. Parece que no hay relación entre ambas disciplinas, pero creo que la Química te obliga a seguir una línea de trabajo muy perfeccionista. Luego comprobé que mis actividades tenían impreso ese carácter de rigor y disciplina.

-Bien, con dos premios bajo el brazo, ¿qué hizo?

- Irme a Madrid, a la Escuela Superior de Canto para ampliar estudios. Poco después me concedieron una beca de la Fundación Humboldt para estudiar en la Escuela Superior de Música de Munich. Hice un master en «lied», y seguí los cursos en la Escuela de Ópera, instruyéndome en el repertorio.

- ¿Cuál es el suyo particular?

- El de «lied» es muy amplio, y el de ópera también, abarca desde Purcell hasta Ravel con «El niño y los sortilegios», una obra preciosa, para niños, con muchos personajes; yo solía representar a la ardilla.

- ¿La experiencia alemana le abrió las puertas a la popularidad?

- Se celebraban audiciones y de ahí salían los contratos. Canté en Alemania, en Francia, y Madrid, en el Teatro de a Zarzuela.

-¿Ya estaba Ramón Alonso en su vida?

- Sí, nos habíamos conocido en el Conservatorio de Oviedo y nos casamos antes de irme a Alemania. En realidad, nuestro viaje de novios fue a Munich. Nuestro hijo nació allí; en la actualidad está terminando la carrera de Filología Germánica.

-Siendo hijo de músicos, ¿no le llegó esa herencia?

- Claro que sí, tocaba oboe desde muy pequeño, pero al terminar el grado medio, eligió la Universidad. Tiene un gran talento musical, yo diría que nos supera a su padre y a mí, incluso dispone de oído absoluto. Conmigo es un crítico muy severo, tanto en lo musical como en mi presentación en escena.

-Por cierto, ¿cuántos trajes de noche tiene?

- Muchos, casi todos de mi propio diseño. Me gusta diseñar ropa femenina.

- Esos primeros contratos a los que se ha referido, ¿eran para los dos, es decir, el matrimonio?

- No, cada uno obtuvo los suyos; profesionalmente éramos independientes. Ramón es tenor lírico y ha desarrollado la mayor parte de su carrera en Francia; tiene un gran repertorio, desde Mozart hasta las óperas del siglo XX.

- Respecto a usted, ¿cómo es su momento actual?

- Resido en Madrid aunque tengo una casa en Bustio, donde me relaciono estrechamente con la naturaleza, mis plantas, mis perros... Estos son importantísimos. En Madrid me dedico a estudiar y ofrecer recitales de canto y piano. Y formo parte de un grupo de cámara, «Art Concertante»; compuesto por piano, cuarteto de cuarteto de cuerda, y soprano. Nuestro repertorio es muy original, compuesto por obras escritas para este tipo de formación, de Fauré, Chausson, Nin-Culmell...

- ¿Les suele cantar a sus plantas? Dicen que es muy bueno...

- Ellas me escuchan y quizá sea cierto porque siempre están mejor las del interior que las del jardín.

- ¿Cómo es su voz, al día de hoy? ¿Y cómo la definiría?

- Pasa por un periodo de madurez. Por suerte he podido cuidar mucho los aspectos técnicos buscando siempre la belleza del sonido. Creo que estoy pasando por una etapa óptima al haber adquirido sabiduría interpretativa. Soy soprano lírico-dramática.

- En esa línea, ¿quién es su estrella?

- En ópera María Callas, y en concierto Gundula Janowitz y Jessie Norman.

- Tendrá autores preferentes...

- Me gustan mucho las óperas de Mozart, Verdi, Wagner y Richard Strauss. Y para los recitales, Brahms, el español Spla, el francés Fauré... Últimamente he añadido a mi repertorio la canción del concierto brasileiro, con la que he obtenido grandes éxitos.

-¿Ensaya? ¿Y qué es un ensayo?

- Lo hago a diario. Consiste en hacer ejercicios respiratorios, vocalizaciones, y cantar ciertas arias de estudio que voy variando. Y preparo las obras de los recitales que tengo en perspectiva.

-¿Se puede vivir bien de una profesión como la suya?

- Hay que tener suerte y dar muy buena respuesta a las exigencias artísticas de las agencias. Pero, sí...

- Dicen que nadie es profeta en su tierra...

- En general no es verdad, aunque en mi caso, sí. He conocido cantantes que en sus ciudades las veneraban.

- ¿La ha tratado bien la crítica?

- Siempre muy bien, salvo una vez en Oviedo. Es inevitable que haya benefactores y detractores, y a estos hay que darles alguna satisfacción.

- Por último, ¿qué le pasa a usted con Gijón?

- Que siempre estuve enamorada de ella. Mi familia veraneaba en Gijón, en una casa del Muro, y era mi felicidad. Llegar en tren y oler el mar... Por las tardes iba a Muelle, me subía en el rompeolas y me pasaba horas y horas admirando el espectáculo. Y mi primer concierto en España, como profesional, lo celebré en Gijón, me había contratad AGAL (Asociación Gijonesa de Amigos de la Lírica), y obtuve unas críticas buenísimas que guardo con todo cariño.

«Mi hijo tiene un gran talento musical y conmigo es un crítico muy severo»

«Mi personalidad está llena de contrastes, aunque Borodin también era químico»