J. C. GEA

Demasiado a menudo el arte es una actividad que se agota en mirar, admirar y recordar con ayuda de un buen catálogo. Incluso los artistas denominados «emergentes» -aquellos que empiezan a abrirse camino y conseguir su parcela en los mercados del arte contemporáneo- resultan más que onerosos para el bolsillo medio. Y más si hay crisis. Y más aún si se es joven. De ahí que la veterana galería Altamira haya puesto en marcha un estimulante programa para permitir que el coleccionista joven y con pocos recursos pueda mirar, admirar y también comprar, «200» es la cifra que lo resume todo: ese precio, en euros, es el que tienen todas y cada una de las obras de los artistas de la galería que, desde ayer, exponen y ponen a la venta los trabajos realizados expresamente para este proyecto: artistas emergentes para coleccionistas emergentes.

Entre los creadores que se han implicado en «200» hay nombres prominentes del panorama nacional, como la bilbaína Ixone Sádaba (1977), del internacional, como la limeña Grimanesa Amorós (1962) y el belga Ben Dierkcx (1971), y algunos de los más interesantes creadores jóvenes que están trabajando en Asturias en este momento: Irma Álvarez-Laviada (1978), Jorge Nava (1980), Juan Fernández (1978), Víctor García (1976) y Javier Soto (1975). En todos los casos han trabajado sobre el mismo tamaño: los familiares 210 x 217 centímetros de superficie de un formato A4, con obras representativas de sus respectivos enfoques en forma de fotografías y dibujos.

«La idea es que la gente no se acerque al arte con miedo a los precios, ni pensando tampoco en términos de inversión ni de pieza única, sino de llevarse a casa algo que le gusta como se lleva un disco de su músico favorito o cualquier otro artículo», comenta Lucas Suárez, uno de los responsables de ATM, convencido de que iniciativas como «200» no son sólo oportunas, sino «totalmente necesarias».