Eloy MÉNDEZ

Casi todos los vecinos de Lavandera, familiares, conocidos y varios de los soldados con los que Iván Castiello convivía en el cuartel de San Bernardo en Jaca abarrotaron ayer el tanatorio de Cabueñes para llorar la muerte de un joven «que era noble por naturaleza y gracioso a más no poder». Así lo recuerda uno de los amigos con los que el soldado gijonés pasó su último fin de semana en Asturias antes de morir apuñalado por un compañero de su regimiento. «No se puede entender que en un cuartel dejen entrar a una persona borracha», se repetía una y otra vez Enol Rodríguez, en referencia a D. A. G., el venezolano que acuchilló a Castiello, después de que éste le recriminara los ruidos que hacía en plena noche.

Si este joven se hubiera pasado unas horas antes por Jaca, habría encontrado una respuesta a su desconcierto. «Nos dijeron que el asesino era una persona muy conflictiva, que tenía problemas con mucha gente y que, por eso, se estaban planteando expulsarlo del Ejército», señalaba ayer Víctor Manuel Martín, primo, «íntimo amigo», del fallecido, que ayer hubiera cumplido 28 años, y uno de los familiares que viajó hace dos días hasta el Pirineo aragonés para el traslado del cadáver a Gijón. Pero no sólo eso. Al parecer, varios mandos reconocieron que la división interna en el acuartelamiento es insostenible. «Comentaban que los españoles y los sudamericanos forman dos grupos que se llevan a matar», añadía Martín, muy agradecido al trato «que nos dieron».

Ni siquiera la llamada de la ministra de Defensa, Carmen Chacón, a una de las tías de Castiello sirvió para aplacar la rabia contenida que reinaba en el tanatorio. «¿Qué tipo de seguridad existe en los cuarteles españoles?», preguntaba insistentemente María Elena Fernández. «Parece que ninguna», le respondió una voz salida del grupo de chavales que, con rostro derrotado, colapsaban el pasillo central. Un colapso que se volverá a repetir hoy en la iglesia parroquial de Lavandera, donde se celebrará a las 13 horas el funeral por un chaval que murió «por ser decidido y valiente y encararse con el que no hacía lo que debía».