Ángel Luis Campo, juez del Juzgado de primera instancia número 8 de Gijón, ha vuelto a la actualidad tras respaldar las declaraciones de su compañero de profesión y amigo el juez de Sevilla Francisco Serrano. Ambos magistrados consideran que el varón ocupa en la actualidad una situación de inferioridad con respecto a la mujer en determinados procesos legales como los divorcios o las acusaciones de maltrato. En esta entrevista, Campo Izquierdo reflexiona sobre las necesidades de reformas legislativas en campos como la violencia de género.

-¿Tiene razón el juez Serrano en sus afirmaciones?

-El juez Serrano tiene toda la razón, pero hay que matizar las declaraciones para que no se malinterpreten. Ni Francisco Serrano ni yo negamos la existencia de la violencia familiar. Lo que pasa es que muchos jueces y profesionales del derecho y la psicología estamos manifestando la necesidad de quitar el apelativo de género a la violencia doméstica. Es cierto que existen malos tratos en el ámbito familiar, pero hay que tratarlos de manera objetiva y no diferenciando si el que comete el delito es un hombre o una mujer. Personalmente, creí que habíamos superado la distinción entre sexos hace muchos años y que en la actualidad vivíamos en una sociedad en la que se hablaba de personas y no de hombres ni de mujeres, pero veo que no es así. Tengo la sensación de que hemos perdido 30 años de evolución volviendo a la guerra de sexos. En los colegios están educando de nuevo en las diferencias, no se dice que somos personas iguales. Y eso es grave porque la educación es una de las claves para prevenir la violencia de género y está fallando. La ley es sexista y en vez de prevenir está generando más violencia de género.

-Las asociaciones de mujeres decían que se necesitaba esa discriminación positiva...

-La discriminación no es buena en sí, no le podemos poner un calificativo para hacerla mejor. Estoy de acuerdo en que en determinadas situaciones y hablando de personas y no de hombres ni de mujeres se adopten medidas de protección especiales, pero toda discriminación es negativa. El ser mujer se ha convertido en un mérito al igual que pertenecer a un partido político. Estamos dejando de lado los esfuerzos personales y ahora se mira más el sexo, parece que el esfuerzo y el respeto están mal vistos. Cada vez hay más mujeres que estudian Derecho, por lo que los jueces podemos pedir que se respete el 50 por ciento de las plazas para los varones, pero estaríamos dejando fuera a personas válidas.

-También está entonces en contra de la paridad...

-La paridad ha denigrado a la mujer, que ocupa determinados puestos por su sexo y no por lo que vale. Se está atentando contra la libertad de mercado. Las empresas privadas tienen que seleccionar a las personas por su sexo y no por lo que valen. En la vida está pasando como en el ámbito de la aplicación de la ley de violencia de género, en donde se valora el sexo y no los hechos que se cometen.

-En el momento de aprobarse la ley se dijo que bajarían los casos de violencia. ¿Se ha conseguido ese objetivo?

-No. El número de mujeres que sufren malos tratos no ha bajado, porque la ley ha hecho hincapié en el castigo. Tendríamos que analizar cada caso particular, viendo de qué naturaleza es la violencia y adoptando medidas en consecuencia. No hay que ir siempre al castigo. Se pueden buscar otras soluciones como la mediación o la escuela de padres. El hombre que se ve ante una denuncia de violencia de género pierde de la noche a la mañana a sus hijos y todas sus pertenencias porque nadie le ha dado la posibilidad de hablar ni de arreglar los problemas. Y al revés. El Estado obliga a las mujeres a separarse durante un tiempo sin darles posibilidades para solucionar sus conflictos. Hay que distinguir tipos de violencia, porque cada uno exige una medida concreta. Hay que dar preferencia a las medidas preventivas y no al castigo. Tenemos que educar a los adultos.

-¿Qué opina de las condenas a mujeres que se acercan a sus ex parejas?

-Algunas mujeres no conocen las consecuencias de la denuncia que han interpuesto contra su pareja y cuando reflexionan se dan cuenta de que pueden arreglar sus problemas hablando, pero ya es demasiado tarde porque hay una orden de alejamiento y si se acercan el uno al otro el sistema castiga a los dos. El Estado hace de menos a la mujer, porque cree que no se puede proteger y que los jueces debemos estar tras ella. Hay que castigar a los maltratadores en general, no sólo a los hombres.

-¿Puede variar mucho la decisión dependiendo del Juzgado que enjuicie?

-Sí, pero como en todos los asuntos judiciales. Los jueces somos personas humanas, no máquinas. Si diez jueces estudiamos el mismo caso coincidiremos en el fondo, pero no en la forma.

-¿Juzgar los casos de violencia es fácil?

-No es fácil porque hay problemas de procedimiento. La ley integral contra la violencia de género ha cometido un error muy importante creando los juzgados especializados. El magistrado de violencia de género debe resolver sobre asuntos penales y civiles. Éstos últimos deberían quedar en manos de los juzgados de familia, que ahora mismo están abandonados. Si se hicieran verdaderas estadísticas, se vería cómo muchos casos de violencia de género son consecuencia de una crisis que llega tras una separación mal llevada o mal tramitada, por lo que cada uno debería centrarse en su especialidad. Hasta hace poco la mujer estaba en una situación de poder en los juzgados de familia. Siempre se quedaba con los hijos. Pero ahora vemos que tanto él como ella tienen derecho a un reparto justo. Hay que concebir los divorcios como un proceso sin vencedores ni vencidos.

-Ahora se discute hasta por las mascotas...

-Eso es cierto. En países como el nuestro cada vez hay menos natalidad, por lo que muchos sentimientos se vuelcan en las mascotas más que en los hijos. Sí que es cierto que en los juzgados se pelea hasta por las mascotas, pero eso es una anécdota.

-¿Cómo se puede llevar la igualdad a la educación?

-Hay que empezar a educar desde los colegios, preparando a los niños para las situaciones de crisis. El grupo de trabajo que hemos formado numerosos profesionales del derecho, la psicología e incluso la pedagogía acaba de presentar a la Consejería de Educación un plan para que se enseñe a los profesores cómo se tienen que enfrentar a los casos de divorcio. Hay programas muy buenos en los que se enseña a los niños que los conflictos se pueden arreglar entre personas sin tener que acudir a los juzgados. Todas ésas son medidas muy importantes. Los padres y los abogados tienen que tener una actitud pacificadora en estos procesos en los que se dan situaciones de crisis.

El Cuestionario:

-¿Qué talento desearía?

-El de la música. Tener oído.

-¿Cuándo y dónde ha sido más feliz?

-Desde el primer día con mi mujer y mi familia soy feliz.

-¿Qué reforma social considera más urgente?

-La igualdad, que no se hable de hombres y mujeres, sino de personas.

-Un lugar de Gijón para perderse.

-Las playas del concejo, cualquiera de ellas. Aunque con menos gente sería mejor.

-¿Mar o montaña?

-Yo soy más de mar.

-Aficiones.

-Me gusta correr, estar con la familia y pintar. Llegué incluso a hacer exposiciones.

Ángel Luis Campo Izquierdo

Actualmente es juez del Juzgado de primera instancia número 8 de Gijón. Ángel Luis Campo tiene 49 años y es licenciado en Derecho por la Universidad de Oviedo. Tras sus estudios universitarios preparó las oposiciones a la judicatura bajo la tutela del magistrado José Domínguez, «un juez al que le debo mucho». Campo ejerció en Las Palmas de Gran Canaria durante tres años. Luego ya consiguió su traslado a Oviedo y finalmente llegó al Juzgado de Gijón que actualmente ocupa y en el que está a punto de cumplir seis años.