Ángel CABRANES

«Lo único que no se vende es el santo», asegura Ángeles Gómez «Cuqui». Bajo la imagen de San Vicente de Paúl que preside su local, la secretaria de la Asociación de Voluntariado Vicenciano de Gijón se afana en ordenar la ropa cedida por «centenares» de personas. «Recibimos toneladas de prendas al mes, que clasificamos y vendemos a precios módicos. Los martes y los jueves, parte del género es cedido gratuitamente a la gente más necesitada en el "ropero", un centro ubicado en el Colegio San Vicente», destaca esta gijonesa. Más de 50 familias se beneficia de estas ayudas. El nombre de la localización de su tienda, abierta desde 1994 en la calle Caridad, es tan representativa como el trabajo de las 40 personas que colaboran allí a diario. Los fondos recaudados van destinados a ayudas económicas y alimenticias.

«Los lunes es cuando más gente nos trae ropa», afirma Ángeles Gómez. En los apenas 35 metros cuadrados de la tienda se exhiben parte de estas prendas, pero la verdadera actividad está en la trastienda, formada por dos pisos. «Cuqui, ¿Dónde te dejo esta bolsa que acaba de llegar?», le pregunta Teresa Álvarez, otra de sus colaboradoras. El ritmo para ordenar las últimas donaciones es frenético. «Durante los meses más fríos dejamos la ropa de abrigo en el primer piso, mientras que en la segunda planta almacenamos la de verano. Cuando llega el cambio de temporada el orden es inverso», explica Paqui Murillo.

Zapatos, bolsos, trajes e incluso disfraces, se suceden ordenadamente en diferentes secciones. «Normalmente suelen ser prendas en buen estado, aunque nosotras nos encargamos de tirar de aguja e hilo si es necesario. Parte la reservamos para ponerla a la venta, mientras que el resto es distribuida gratuitamente», aclara Ángeles Gómez. Los martes y jueves, a las 18 horas, se regala en el popular «ropero» parte del género. Son días en los que, en los últimos tiempos, llegan a registrarse colas para acceder a estas ayudas. «Suelen venir en torno a 50 personas todos los días. En su mayoría extranjeros y gitanos. En los últimos meses ha subido la afluencia de gente sudamericana, que en muchos casos se ha quedado sin trabajo», desvela la secretaria del Voluntariado Vicenciano.Algunos escogen su ropa para uso personal y otros las venden posteriormente. «Lo importante es ayudar», subraya sin importarle Gómez.

Las prendas de vestir no es el único vehículo para ayudar a salir de las apreturas económicas a los más desfavorecidos. «También entregamos vajillas, utensilios de cocina, carricoches, sábanas y mantas. El frio vivido en las últimas semanas ha llevado a que sea mucha gente la que demande cobertores. Es lo que más necesitamos», advierte Inma Juega, tesorera de la Asociación. Todo tipo de donaciones son bien recibidas e incluso, después de la época de Reyes, ya se recogen juguetes para poner a la venta el próximo mes de abril en uno de los tres rastrillos que organizan al año.

Pero la ayuda no se queda ahí. Dentro del Voluntario Vicenciano figura el denominado «grupo de acogida», integrado por cuatro mujeres. Margarita Canellada, Pili Muñoz, Julia Fernández y Rosa Mayorga visitan a domicilio a personas con dificultades económicas. Ellas son las encargadas de valorar cada caso y destinar los fondos necesarios para «darles un pequeño empujón y ayudarles a que salgan de sus problemas», afirma Ángeles Gómez. Este dinero surge de los ingresos de su particular «tienda de ropa» y dota de recursos para más cosas. «El tercer miércoles de cada mes entregamos a 120 familias una caja con alimentos básicos como arroz, leche, aceite, huevos...», confirma con naturalidad la secretaria del Voluntariado Vicenciano. Sus 13 años en la asociación le llevan a valorarlo como algo normal.

Su atención se desvía un momento ante una de las visitas al mostrador de la tienda. «El perfil del cliente es muy amplio. Hay quien verdaderamente lo necesita y busca un traje para ir a una entrevista de trabajo y dejar de vivir en la calle, pero también hay quien viene y te pide talla y color. A estos últimos les decimos que el camión de Chanel todavía no ha llegado», sostiene socarrona Paqui Murillo. Sus prendas no son de grandes firmas, pero su esfuerzo ha servido para rediseñar la pasarela de la vida de muchos residentes en Gijón.

El escaparate .

Trajes de boda.

Por un precio de 200 euros existen varios modelos de trajes de boda a estrenar. Han sido cedidos por una empresa textil que cerró.

Buzos de esquí.

Los deportes de invierno como el esquí también figuran en la oferta. Ropa y botas de esquí se pueden conseguir desde 8 euros.

Chaquetas.

Varios tipos de chaquetas, desde el clásico abrigo hasta modernas prendas de cuero se pueden adquirir por 12 euros.

Complementos.

Los complementos también integran buena parte del almacén. Zapatos, cinturones y bolsos a un coste de 10 euros.

Disfraces.

A pocos días para el Antroxu gijonés, diferentes disfraces como el de sevillana, se ofrecen a un precio de entre 3 y 10 euros.

Traje de comunión.

Por 100 euros, varios modelos de vestidos de comunión para niña totalmente nuevos, se ofertan en la Asociación.