Yo de mayor quiero ser controlador, pero no en las acepciones de inspector, censor o vigilante. Controlador aéreo, profesión de muy altos vuelos. Un tipo al que el tiempo se le pasa volando, pues de cada jornada de seis horas trabaja cuatro y descansa dos. Y que puede llegar a cobrar 800.000 euros al año (aunque los del aeropuerto de Asturias se arreglan con 4.000 al mes). Controlador, para controlar y que nadie me controle. Sólo hace falta tener preparación, buena salud (sin anomalías en el sistema nervioso, ni haber padecido enfermedades del corazón) vista de águila y oído fino. Y también en ocasiones mucho morro, como enfermar siete de ellos a la vez y -sorprendentemente- no ser capaces de encontrar sustitutos en pleno temporal de nieve, paralizando Barajas y dejando a cientos de ciudadanos en tierra, como ocurrió en enero del pasado año, y quedaron tan frescos. Y no se me ponga bravo, señor ministro, ni pretenda rascarme la faltriquera que le monto un descontrol en un decir amén.