Siempre he admitido que, de entre aquellos que siguen amarrados a alguna noria, los únicos que me merecen envidia -verde muy claro, pero envidia- son cierta especie de libreros que tienen su más perfecta encarnadura en el benemérito Chema Castañón y los profesionales de algo que no sé si llamar «alta jardinería». Juan Carlos Martínez, señor del urbanismo verde de este concejo, es uno de estos. Y para colmo, ahora me entero de que es un excelente dibujante y de que su especialidad son las viñetas urbanas, con lo cual mi envidia empieza a virar al verde vejiga. Sobre todo porque lo que se consigue con su trazo transeúnte este Xuan Martínez -así firma cuando aboceta ciudades- y sus colegas del «Urban Sketch» representa con la fluidez de lo puramente visual el único modo en que me parece que se puede habitar una ciudad, da igual si la propia o aquellas que nunca habitaremos: con ojo atento, voluntad de salvar algo, ánimo de compartirlo y un agudo sentido del (¿cómo llamarlo?) «placer del lugar» y del estar de paso. Debería ser obligatorio llevar un cuaderno como el suyo.