Se diría que la hoja de ruta del retorno de Cascos a la política regional se va cumpliendo según el plan diseñado de antemano con tiralíneas de pulcra ingeniería. Hace meses, a finales del verano, el ex ministro se dejó ver por Gijón acompañado de alguno de sus fieles. De lo que trascendió de aquellos encuentros, nada furtivos por cuanto se produjeron en locales públicos, se podía deducir que las apariciones en escena se irían espaciando y que el personaje sólo daría el paso por aclamación. La maquinaria «casquista», a lo que se ve concienzudamente engrasada, se mueve ya con ánimo paquidermo: irrupción por aplastamiento. Si hacía falta un golpe de fuelle para avivar la llama de los nostálgicos ya se ocupó Gabino de Lorenzo de aventar ilusiones, a sabiendas de que Génova no moverá ficha sin el plácet de la dirección regional. Queda por ver si, como anuncian las huestes de Cascos, el pretérito resucita o, como recitaban «Les Luthiers», cualquier tiempo pasado sólo fue anterior.