Independientemente de que la cosa salga adelante -que mucho me temo que no, y no es por ser derrotista-, el experimento de la TAC (Trípolis Cultural Asturiana) debería servirnos para probar hasta qué punto el hecho físico de un territorio que, funcionalmente, es cada vez más una sola ciudad con tres enormes barriadas puede servir como base a un hecho estrictamente político. Posiblemente estemos tan lejos de eso como del día en que la mítica y saltarina ardilla de Rodríguez de la Fuente pueda hacer turné cultural viajando de tejado en tejado desde la torre de la Laboral hasta la de la catedral y luego hasta la cubierta del Niemeyer; pero será interesante comprobar de todos modos, no cómo encaran el experimento los gobernantes -para quienes el único territorio que cuenta es el del partido-, sino los tripolitanos mismos. De momento, si no hay campaña de promoción, ya podría ir poniéndose en marcha. El ex presidente Aznar, con su erecto dedo corazón haciendo la peseta, ha conseguido, y gratis, que todos los ojos estén ya puestos en la vecina ciudad del Sur. Es un principio.