-¿Qué la empuja a usted, para hacer todo esto?

-Para mí hay unas palabras del hermano Roger de Taizé, fundador de la Comunidad Taizé, que hago mías: «Vive lo poco que has descubierto en el Evangelio». A su vez, la madre Teresa de Calcuta decía que nuestra labor es como una pequeña gota de agua en la inmensidad del océano, pero hace falta esa gota y otras muchas. La fe es una manera de situarse en la vida y yo me considero una privilegiada por haber encontrado la verdad. En este mundo hacen falta testigos de fe, no personas que hablen, teóricos, sino gente que actúe.

-¿Acaso se necesitan efectivos en Manos Unidas?

-Sí, toda la ayuda es poca. Hacen falta seguidores de aquel grupo de mujeres de Acción Católica que hace 50 años se unieron para responder a un llamamiento de la FAO (Organización de las Naciones Unidas para la agricultura y la alimentación), cuya campaña intentaba salir al paso de la hambruna se estaba padeciendo en parte de África y en la India. En aquella oportunidad, el grupo logró reunir 560.000 pesetas, una fortuna teniendo en cuenta que hablamos del año 1959. Aparte, se enviaban alimentos a las zonas más necesitadas, pero el grupo enseguida se dio cuenta que era preciso profundizar más y enfrentarse a las situaciones que conducen al hambre.

-¿Cuántos cooperantes trabajan en Gijón?

-Puede que no lleguen a 20, pero lo importante es la consolidación del grupo, el compromiso de cada uno. Claro que hacen falta más voluntarios, personas que estén dispuestas sólo a sembrar. Sé que la debilidad humana lleva a sembrar y recoger, pero nosotros no, debemos sembrar sin volver la cabeza, nuestro esfuerzo ya lo recogerán otros.

-¿Nunca ha tenido tentación de prestar su ayuda, allí, en ese llamado Sur?

-Por los veranos he ido varias veces a Nicaragua, residía en una comunidad de La Asunción, y he podido ver el rostro de la pobreza. Ésta no es una entelequia. Hay hombres, mujeres y niños que padecen hambre. Sientes una pena tremenda, pero al mismo tiempo anima a seguir en este trabajo de dar a conocer la realidad. La primera vez que viajamos a Nicaragua íbamos cinco personas y desde entonces el Colegio ha asumido un proyecto de colaboración con la escuela de La Ceiba, que al principio consistía de dar, a la hora de la merienda, un vaso de leche y un bollo de pan a cada niño. Luego se estableció un comedor escolar, motivo importante para que los padres envíen a sus hijos a la escuela.

-¿Desde cuándo, esa práctica?

-Se estableció hace ocho años. Yo he visto a los niños ponerse bajo la ventana de la cocina sólo para oler la comida, y sabemos que ese almuerzo de la escuela es el único alimento que van a recibir en toda la jornada. Y es verdad que han preguntado, «¿Es cierto que ustedes comen tres veces al día?».

-¿Es fácil coordinar la labor del Colegio con la de Manos Unidas?

-Todo es lo mismo, mediante la pastoral del Colegio, de la que estoy encargada, trabajamos en la mentalización de los alumnos respecto a ese Sur; que sepan que existe, incluso en nuestra ciudad... Han de ver que el mundo va más allá de la realidad de cada uno.

«Algunos niños de Nicaragua es cierto que preguntan si aquí en España se come tres veces al día»

«A los alumnos hay que mentalizarlos; deben ver que el mundo va más allá de la realidad de cada uno»