A. RUBIERA

Fernando Cosío Carreño, anestesiólogo gijonés, es desde hace algo más de dos años responsable de la unidad del dolor agudo posoperatorio de Cabueñes. Ayer participó en una sesión clínica en el hospital gijonés, que prometía avanzar «hacia un hospital sin dolor». Y no se cansó de repetir que un paciente operado «no debe tener dolor. Y si lo tiene, debe decirlo». Para Cosío, la vieja máxima de «aguanta» ya no es válida ni inteligente.

-¿Para qué sirve una unidad del dolor agudo?

-Su objetivo es que un paciente no experimente dolor en ningún momento. Sobre todo, y en la nuestra en concreto, nos dirigimos a los pacientes que salen de una operación y van a tener un dolor más o menos importante según el tipo de cirugía al que se han sometido, o de localización. Con nuestra unidad y con el seguimiento que hacemos a esos pacientes durante 48 o 72 horas, tratamos de tender hacia el concepto del confort analgésico.

-¿Qué es el confort analgésico?

-Que el paciente no sólo tenga poco dolor, sino que el tratamiento que se le administre tenga pocos efectos secundarios, que recupere pronto el tránsito gastrointestinal, que pueda caminar precozmente, que se reintegre a su vida habitual lo antes posible.

-Hacia un hospital sin dolor. En la última década se ha avanzado mucho en ese concepto. ¿Por qué?

-Antes había la creencia generalizada de los pacientes de que si se operaban, tenían que pasar dolor, como algo innato. Aún hoy, cuando haces el seguimiento a los pacientes operados y les preguntas si tienen dolor, alguno te contesta «¿cómo no lo voy a tener, si me operé?». Pues no. No hay que hacer esa asociación de causa-efecto. Quien se opera no tiene que asumir que pasará dolor.

-¿No significa nada?

-En el caso del dolor posoperatorio es totalmente inútil, no tiene ninguna función biológica y es fácilmente tratable a base de diferentes fármacos. No es como otro tipo de dolor crónico, que a veces es más difícil de tratar. Éste tiene unas causas más definidas y el tratamiento responde casi al cien por ciento de los casos. Pasar dolor sólo puede provocar complicaciones a nivel respiratorio, cardiovascular, gastrointestinal...

-O sea, que aguantar dolor puede ser perjudicial.

-El dolor posoperatorio es totalmente contraproducente y se debe evitar. Es la forma de que el paciente mejore su estado físico, y eso favorece una recuperación precoz.

-¿Cuántos enfermos pasan al año bajo el control de su unidad?

-Unos 1.400. Casi el 38% de los pacientes que se operan con ingreso en Cabueñes va a pasar por nuestro control, porque se supone que van a tener un dolor moderado o severo.

-¿Qué tipo de cirugías generan más dolor y obligan a vuestra intervención?

-Las cirugías abdominales altas, las de columna, las prótesis de rodilla, las nefrectomías (cuando se quita el riñón)... Hace unos meses presentamos nuestros datos en un congreso nacional en Madrid y llamó la atención que nosotros hacemos un tratamiento bastante agresivo con las cesáreas, y tenemos muchas.

-¿Qué pasa con las cesáreas?

-Aunque se pueda pensar lo contrario, porque está un poco minusvalorada en cuanto al dolor, la cesárea es una intervención dolorosa. Por eso las hemos incluido en el protocolo nuestro de atención, aunque sólo 24 horas, porque pasado ese tiempo el dolor disminuye y además hay que procurar los menos fármacos posibles para no interferir en la lactancia a los niños.

-¿Todavía hay que cambiar el «chip» sobre el dolor a profesionales de la sanidad y a pacientes?

-Sí. Por eso hacemos mucho hincapié en que hay que informar bien al paciente y decirle con claridad que no tiene por qué tener dolor. A los profesionales también hay que insistirles, para que pierdan el miedo a utilizar determinados fármacos, como la morfina. La morfina se puede utilizar perfectamente en el posoperatorio, con mesura y conocimiento.

-¿Cuál era el miedo?

-En el caso de la morfina aún existen falsas creencias de que genera adicción. Pero en tratamientos cortos es imposible que la genere; también se teme que pueda dar problemas, como la depresión respiratoria. Pero con las dosis justas no hay peligro.

-Hay sociedades científicas profesionales que apuestan por hacer del dolor la quinta constante vital a tener en cuenta. ¿Qué opina?

-En el medio hospitalario siempre se mide la frecuencia cardiaca, la presión arterial, la temperatura y la frecuencia respiratoria. Una quinta constante es medir el dolor y ésa debería tenerse en cuenta siempre ante un paciente ingresado. Es algo a mirar siempre en pacientes posquirúrgicos, porque a ésos se les ha hecho algo agresivo, pero debería ser tenido en cuenta en todas las unidades, en todas las especialidades, y con todos los pacientes ingresados.

-Pero el dolor es algo subjetivo.

-Sí, pero el paciente puede decirlo. Y cada vez hay más pruebas y datos que lo ratifican.

-Un paciente sin dolor...

-Es un paciente que va a tener muchas menos complicaciones a todos los niveles. Va a poder recuperar la función gastrointestinal, el tránsito intestinal, podrá moverse antes, respirará mejor y más profundo... todo son ventajas.

-¿Les duele más a los hombres o a las mujeres, a los jóvenes o a los ancianos?

-Hay muchos datos controvertidos y no hay acuerdo ni por sexo, ni por edad. Lo más real es en función del tipo de intervención.

-¿Qué más novedades, en cuanto al tratamiento del dolor, querrían introducir en Cabueñes?

-Tenemos previsto empezar pronto con las bombas de analgesia controladas por el paciente, que supondrá que puedan administrarse analgesia en el momento que quieran; estamos ya trabajando con catéteres de infiltración de la herida quirúrgica, que se meten en la propia incisión y van soltando anestésico local; y también con los bloqueos regionales nerviosos.

«Las cesáreas están minusvaloradas en cuanto al dolor que producen»