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Es lunes 26 de abril, día elegido para una práctica similar a la anterior. Con la costa de Llanes como decorado, brisa nordeste y el mar «como un plato», el patrón Laureano del Santo para los motores de la embarcación rápida de salvamento «Sant Carles», que llegó al oriente asturiano hace un año procedente de Tarragona para vigilar el litoral desde Lastres a Cantabria. La lancha, en la que también navegan el marinero Juan Ramón Pérez y el mecánico Cándido Martos, va a ser escenario de otro simulacro de rescate desde el «Helimer». A las diez y media, el ruido del helicóptero, -idéntico al siniestrado hace unas semanas en Almería con el resultado de tres muertos- anuncia el comienzo del ejercicio. Llega desde Gijón a una velocidad que puede alcanzar los 300 kilómetros por hora. Situado casi verticalmente sobre la embarcación, el rescatador Fidel Cantos desciende por el cable guía y cae al mar. Después, sus compañeros le facilitan una camilla y un muñeco que hará las veces de herido.

«La rapidez del ejercicio depende de muchos factores, pero es muy importante la destreza del piloto a la hora de hacer las maniobras», comenta Del Santo, que hace nueve años ingresó en Sasemar, la empresa encargada de controlar desde la superficie los rescates en el mar, dependiente de la Dirección General de Marina Mercante. El patrón se mantiene en continuo contacto con el helicóptero. «Es importante que se haga rápido, porque cubren una zona que va desde Ribadeo hasta Santander», advierte.

Dicho y hecho. El rescatador coloca el muñeco en la camilla y da indicaciones para que el operador de grúa comience a elevarlo. Después él se agarra al cable y sigue el mismo camino. «Muchas gracias por la colaboración», se escucha por la radio. «Gracias a vosotros y buen viaje», contestan desde la lancha. El «Helimer» da media vuelta y se aleja en paralelo a la costa. No volverá a despegar hasta el siguiente simulacro. Salvo que alguna emergencia convierta en realidad lo que suele ser una arriesgada ficción.