A. RUBIERA

Miguel Ángel Suárez Riestra sólo lleva dos años al frente de la comunidad escolar del Jacinto Benavente, el colegio rural de Vega-La Camocha, pero ha conectado de pleno con un centro educativo que en su historia menos reciente ya había explorado muchas de las posibilidades de interacción con su entorno natural. Los alumnos del Colegio de Vega han puesto en práctica, en los últimos años, la elaboración tradicional de pan; la recogida de setas; todo el proceso de elaboración de sidra -desde el pañao de manzana en la pumarada al mayao y la destilación-; hasta se involucraron sin ascos en la tradición rural de la matanza. Y todo, como forma de preservar en los alumnos del centro gijonés de Infantil y Primaria, una querencia por las tradiciones y por aumentar su relación y sentido de la protección del entorno que les rodea. Por mucho que, algunos de ellos, ya son alumnos nacido en algunas de nuevas las urbanizaciones levantadas en la parroquia.

Todas esas acciones, y las que siguieron en sucesivos cursos, como el acercamiento a las energías renovables, han acabado por crear el clima idóneo para que toda la comunidad suscriba la iniciativa de Miguel Ángel Suárez Riestra: convertir el Jacinto Benavente en la primer centro asturiano integrante de la Red Internacional de Ecoescuelas. Una red con más de 13.000 centros en cerca de 40 países. Los mimbres de ese trabajo ya se han colocado, y tanto las asociaciones de vecinos de la zona, como los profesores, alumnos y familias, han suscrito el protocolo para llevar adelante el proyecto.

«Este colegio tiene una tradición y una cultura de peso de atención al medio ambiente. Siempre se ha trabajado mucho el conocimiento del entorno y del medio y nos pareció adecuado seguir avanzando en esa línea, animados también por algunos de los especialistas que colaboran con el colegio», sostiene el director.

La creación de un comité ambiental, la modificación del proyecto educativo del centro para introducir y dar más peso a la cultura de la educación ambiental para el desarrollo sostenible, y la realización de una ecoauditoría del centro para analizar y mejorar sus consumos energéticos de agua, electricidad y gasóleo, son algunos de los pasos iniciales en los que se va a meter todo el Jacinto Benavente. «La idea clara es que todo lo que se trabaje tenga un gran peso en el aula, pero también una clara aplicación práctica que los alumnos interioricen desde bien pequeños; porque creemos que esa es la única manera de que se conviertan en adultos responsables y que lleven esos aprendizajes a su vida diaria. Trabajar desde la práctica es la forma en que podemos contribuir a que los alumnos, que son los ciudadanos del futuro, estén concienciados del problema que existe si no se avanza hacia una gestión sostenible del medio ambiente», explica Suárez Riestra.

El director tiene claro que, por ahora, la constitución de la primera ecoescuela de Asturias está sólo «en fase embrionaria». «Aún nos queda mucho por hacer para difundirla, concienciar a la comunidad escolar y hacerla una realidad», dice. Pero anuncia que el camino está lanzado y todo eso acabará proyectado en acciones reales: desde la recogida selectiva de todos los residuos que se generen en el centro educativo, al aprovechamiento de las aguas pluviales, la reducción de consumos energéticos o la incorporación de instalaciones que den paso a las energías alternativas.