Los habituales palmeros de las obras municipales aplauden el traslado de varias de las palmeras de Begoña al Lauredal con el mismo entusiasmo que el corifeo que detesta el amén felguerosista critica la enésima reforma del céntrico parque y la arrancada de esos árboles nonagenarios. Nada es verdad ni es mentira en esta ciudad de güelfos y gibelinos, de tirios y de troyanos, donde llega a parecer que está contra mí quien no se alinea conmigo. Así, el parón del plan de avenidas a las puertas de Pablo Iglesias y Manuel Llaneza es recibido por los afectados con pitos y aplausos, división de opiniones. Dependiendo de como a cada cual le vaya en la fiesta, las obras municipales tienen arrancada de caballo o parada de burro. Dicen que a las palmeras de Begoña les van a hacer un tratamiento hormonal. Líbrenos Dios de aplicar a semejantes ejemplares la hormona del crecimiento, no vayamos a tener que regar en Gijón palmeras estratosféricas, como en el cuento de Juan y las habichuelas mágicas.