J. M. CEINOS

Pablo Rodríguez Alonso (Gijón, 1979), licenciado en Historia por la Universidad de Oviedo, es el ganador del XII Premio de investigación y divulgación «Rosario de Acuña» en el apartado de temática de Gijón. En su obra, escrita en asturiano y titulada «De totalitarios a demócrates», analiza, a través de las páginas del diario gijonés «Voluntad», el cambio que experimentó el régimen franquista antes y durante la Segunda Guerra Mundial con respecto a los bandos en conflicto.

-¿Qué motivo le llevó a desarrollar esta historia?

-Estaba buscando información para otro trabajo sobre el tratamiento de los movimientos regionalistas, nacionalistas y de las lenguas en distintos medios de comunicación, entre ellos «Voluntad», y al empezar a leer ejemplares del periódico me percaté, sobre todo al revisar los ejemplares de los años 1938, 1939 y 1940, del discurso tan marcadamente pronazi y profascista de «Voluntad». Me sorprendió que fuera un discurso muy marcado en su intensidad, no en el sentido del discurso, que era el del régimen. A partir de ahí fui mirando todos los ejemplares hasta diciembre de 1946, que es cuando finaliza el estudio.

-Un estudio en el que concluye el giro del régimen desde un primer planteamiento de pleno apoyo a Alemania, a Italia y a Japón para pasar, a mediados de la Segunda Guerra Mundial, a inclinarse por el bando aliado, pero manteniendo siempre como gran enemigo a la Unión Soviética...

-Efectivamente, aunque el poso prototalitario lo tiene siempre, pero lo oculta. Al final lo único que no cambia es que el gran demonio sigue siendo la Unión Soviética, eso no cambia a lo largo de toda la guerra. Pero si al principio se denigra a las democracias, sobre todo a Francia, al Reino Unido y a los Estados Unidos, relacionándolas con el judaísmo internacional, con un discurso muy antisemita, antimasónico también, luego, poco a poco va cambiando, y al final, sorprendentemente, entre comillas, España, desde «Voluntad», se reclama como una democracia orgánica, en una línea discursiva del franquismo que, efectivamente cambia, sobre todo, a partir de 1943, cuando ya los alemanes son expulsados del norte de África y pierden la batalla de Stalingrado.

-¿Qué fue lo que más le llamó la atención de la lectura de «Voluntad» de aquellos años en lo tocante a Gijón?

-Me sorprendió el clima pronazi del Gijón oficial, que hay que distinguirlo del Gijón popular, que seguía siendo, evidentemente, de izquierdas. Paulino Vigón, el primer alcalde franquista de la ciudad, acababa algún discurso con el «Heil Hitler», pidiendo que se colgasen banderas con las cruces gamadas o homenajeando a aviadores de la Legión Cóndor. El Gijón oficial era muy profascista y también otra cosa que me llamó la atención fue que una vez «liberado» Gijón desde «Voluntad», el órgano de la Falange, se siguió incentivando la represión; en ningún momento hay un atisbo de relajar el nivel de represión sobre la población vencida, al contrario, incita a continuarla.