Esas ocurrencias del señor Revilla son propias de un político de su talla, especialista en propagar las excelencias de la estupenda anchoa cantabrona.

¿Cómo se puede pedir a la Mareona gijonesa que aliente a un equipo que no sea el Sporting? ¿Cómo se atreve a rogar que la afición gijonesa cambie la bandera rojiblanca por la santanderina?

Esa pretensión del señor Revilla es como pedir a un francés que cante el «Deutschland, Deutschland über alles» o a un alemán que entone «La Marsellesa».

¿Se ha atrevido alguien a pedir al señor Revilla que cante las excelencias de las anchoas gerundenses de La Escala?

Y me parece lógico que el señor Revilla invoque razones de buena vecindad, cuando sabido es que la vecindad químicamente pura consiste en llevarse mal con el prójimo inmediato.

El señor Revilla posee dotes de verdadero crack de la política: es partidario de pactos y componendas, de llevarse bien como aquellos padres de la patria que, todos a una, amañaron aquella chapuza conocida como transición.

Me gustaría saber si el presidente cántabro va a enviar latas de anchoas a todos los integrantes de la Mareona o solamente a los jugadores, técnicos y directivos del Sporting.

Nota. Escribo estas líneas en la víspera de San Isidro, cuando en los campos de El Sardinero aún no ha ocurrido lo que tenga que ocurrir.