A. RUBIERA

Los enfermos del área V con pérdida de olfato ya tienen quien analice sus problemas. El servicio de otorrinolaringología del Hospital de Cabueñes ha puesto en marcha hace menos de un mes una consulta para el estudio de los déficit de olfato, de gusto y, en general, de sabor, ya que ambos sentidos van muy unidos. Será una de las pocas que existen en la sanidad nacional y la primera que se abra en Asturias. Una veintena de pacientes está ya en la lista de trabajo de la doctora Adela González, otorrino con formación específica en la materia, sobre quien pivota el trabajo de esta consulta de olfatometría para la que se ha reservado una media mañana a la semana.

«El 1% o 2% de la población mundial no huele nada y se calcula que hasta un 17% puede tener algún déficit de olfato», explica Adela González. Pese a esa importancia cuantitativa, hasta hace poco tiempo el tema del olfato en la sanidad «ni se tocaba», asegura la doctora gijonesa. «Lo primero, porque es un sentido al que se le concede poca importancia; sólo se la da quien padece algún problema. Y, segundo, porque es difícil de explorar. Está situado en la parte alta de la cavidad nasal y dependíamos de la endoscopia, la resonancia o el escáner. Pero es difícil ver algo. Tampoco había pruebas validadas para determinar la cualidad y la cantidad de la pérdida», dice.

Esas circunstancias adversas cambiaron hace unos años, gracias a la aportación de Richard Axel y Linda Buck, a quienes en 2004 se les concedió el Nobel de Medicina y Fisiología por revelar que el olfato estaba codificado por 350 genes que aislaron en la mucosa nasal, gracias a los cuales el hombre puede reconocer y memorizar hasta 10.000 olores distintos. «A partir de esa investigación y esos descubrimientos el interés por el sentido del olfato explosionó y ahora se ha convertido en un campo mucho más definido para los otorrinos», sostiene la doctora González. A ello se suma que surgieron tests de exploración fiables, con los que se puede determinar la pérdida de olfato y de gusto. Con uno de ellos, el elaborado por el catalán Josep Haro (otorrino del Hospital Municipal de Badalona y una autoridad en España), ha dotado la doctora González la nueva consulta gijonesa.

«Me formé en estas técnicas de exploración y medición (olfatometría) con el doctor Haro y, aunque estoy empezando, creo que puedo hacerlo con ciertas garantías; de ahí que me animase a llevar adelante esta consulta, para la que siempre conté con el respaldo del jefe de servicio de otorrino y de la dirección médica de Cabueñes», expone Adela González, que llevaba más de un año de preparativos. «Tenemos el espacio físico, los medios, los pacientes y las relaciones. Vamos a ver a una población que estaba desatendida hasta ahora. Sólo eso creo que ya es mucho», asegura González.

Un resfriado común, una rinitis, una poliposis nasosinusal, un tumor, la afectación de la quimioterapia en pacientes operados de cáncer de cabeza y cuello, un hipotiroidismo, un traumatismo craneoencefálico... son circunstancias y enfermedades que pueden generar déficit de olfato. También se sabe que puede ser, asimismo, el primer síntoma de alguna enfermedad neurodegenerativa, como párkinson o alzhéimer.

La experta espera que «con buenos diagnósticos y la detección de algunos problemas o enfermedades que puedan estar sin diagnosticar, haya quien pueda tener curaciones o mejorías de olfato».