Eloy MÉNDEZ

El «Intermares» huele a pintura por dentro. Se nota que por el «mejor buque de cooperación y formación pesquera del mundo» no han pasado muchos alumnos desde su botadura a finales de septiembre en Vigo, donde fue construido, en los astilleros de origen asturiano Armón. Esta gran aula flotante de 79 metros de eslora y 15 de manga está preparada para que aprendices de pescador de países en desarrollo reciban instrucción durante períodos entre quince y treinta días. Recién llegado de África, acogerá visitas en El Musel hasta el próximo sábado dentro de los actos del «Día marítimo europeo».

Juan Carlos Martín se paseaba ayer con aire ufano por la cubierta del barco, minutos antes de que una expedición de alumnos del Colegio Público de Cabueñes inundase sus entrañas. El secretario general del Mar sabía que pisaba sobre la joya de la corona de su departamento. Con un coste de más de 23 millones de euros, el «Intermares» nació como un proyecto estrella del Gobierno español para enseñar modernas técnicas de pesca a jóvenes de lugares donde apenas se cuenta con botes de madera. «De esta forma, ellos aprenden lo que en sus países nunca podrían aprender y, a cambio, España gana prestigio y respeto en costas donde tiene muchos intereses. Esto ayuda a que nuestras empresas sean tratadas con ciertas garantías jurídicas», explicaba Martín.

El único viaje que por el momento ha realizado el buque sirve como ejemplo. Tras una estancia de medio mes en Marruecos, donde cuarenta jóvenes estrenaron sus instalaciones, ofreció los mismos servicios en Mauritania y Senegal. Tres países que cuentan con caladeros codiciados por los pesqueros españoles. «Les damos prácticas de mecánica, pesca y transformación del pescado», indicaba a la puerta de la biblioteca el jefe de máquinas, José Manuel Suárez. «Cuando llegan, piensan que entran a un hotel de cinco estrellas», añadía dentro del aula de informática, con doce ordenadores de última generación.

Los alumnos, seleccionados en su país de origen, duermen en los 24 camarotes dobles situados en una de las cinco cubiertas. Su estancia es como una especie de campamento de verano tras el que reciben una evaluación final. El buque permanece amarrado a puerto hasta que finaliza el cursillo y después pone rumbo a otro destino. «Tenemos previsto viajar de nuevo a la costa africana, hasta Mozambique, para luego trasladarnos hacia países de Sudamérica como Ecuador y Perú», decía ayer el capitán José Manuel Silva, sentado en un sillón del flamante y espacioso puente de mando. Como él, los otros 18 miembros de la tripulación son gallegos.

Esta máquina que aspira a la perfección cuenta con casi todo lo que un buque escuela puede tener: local de ropa de agua (una especie de vestuario con taquillas y ducha), un amplio comedor con televisión de plasma, salas para las clases teóricas, una piscina donde se realizan ensayos de salvamento marítimo y hasta una embarcación de pequeño porte que viaja en la popa para labores de pesca artesanal. Y, por supuesto, los espacios destinados a los trabajos. «Aquí es donde los chicos aprenden cómo se ejecutan los procesos de corte, conserva, congelado y procesado del pescado», indicaba el jefe de máquinas en un amplio habitáculo equipado con máquinas metálicas de diversas formas y tamaños. Justo al lado está la habitación de prácticas de mecánica, llena de motores, tuercas y tornillos.

Desde que el «Intermares» comenzó a surcar las aguas del Atlántico, varias decenas de gobiernos lo han requerido para alguno de sus puertos. «En el Ministerio de Medio Ambiente y Medio Rural y Marino ya se han tramitado gran cantidad de solicitudes, debido a las grandes oportunidades laborales que genera para los participantes en los cursillos», argumentaba ayer el secretario general del Mar. Además de la tripulación y los estudiantes, también se suben a bordo profesores de las escuelas de náutica locales. En total hay hueco para 77 ocupantes.

«Es más que un barco, también desarrolla tareas científicas... Es algo único», decía en el espigón 2 de El Musel, junto al casco, una responsable del Fondo de Regulación y Organización del Mercado de los Productos de la Pesca (FROM). Es decir, que los ciudadanos que han solicitado subirse a bordo antes de que parta de Gijón conocerán una gran conservera navegable que ni siquiera huele a pescado.