R. VALLE

Diego López Garrido, secretario de Estado español para la Unión Europea, no llegó a meterse con la tabla de surf en las aguas de San Lorenzo pero a punto estuvo. De hecho fue el único gesto que le faltó para completar el ritual hawaiano del Ho´okupu que ayer reprodujeron en las cantábricas aguas gijonesas los miembros de la Fundación Surfrider como tributo de respeto al mar y reafirmación de la fratenidad surfera. Esta organización, cuya sección europea festeja su veinte aniversario, se ha encargado de realizar algunos de los actos más singulares de la programación alternativa a las actividades del Día Marítimo Europeo.

Los surfistas, llegados desde varios puntos de Europa, formaron un circulo ante la escalera 2 de San Lorenzo para rodear al compañero que se encargó de verter el agua resultante de mezclar aguas procedentes de España, Francia, Grecia, Bélgica, Holanda y Suecia. En la elaboración de esa mezcla si que participó activamente López Garrido que inauguró el combinado de aguas con «agua europea». Sin más adjetivos. Y por si quedaba alguna duda de la total europeidad de ese agua venía en una botella azul decorada con la bandera de estrellas de la Unión Europea.

López Garrido se llevó como premio un collar de falsas flores hawaianas y un recibo de las 42.000 firmas que Surfrider ha presentado a las autoridades europeas para que faciliten un cambio de legislación que de a los desechos que se encuentran habitualmente en las playas la calificación de contaminación y no de molestia visual, como ocurre hasta el momento. La lucha por ese cambio legal que generaría una gran transformación en los niveles de protección medioambiental de la costa es uno de los retos de esta organización que, ahora mismo, tiene 5.000 miembros, mil voluntarios y 15.000 simpatizantes en todo el continente europeo. Unas docenas de ellas participarán hoy y mañana en Gijón en un encuentro para diseñar nuevas estrategias de acción y favorecer una mayor implantación en España.

López Garrido fue uno de los pocos privilegiados que tuvo su collar hawaiana. El resto de la treintena de participantes en el ritual se conformó con lucir unos curiosos collares realizados con vertidos encontrados en las playas de Europa. Los más sencillos con filtros de proceso de depuración que acaban flotando en el mar y varando entre la arena de las playas. Con sus collares, sus tablas de surf y su compromiso con el océano los miembros de Surfrider acabaron su ritual ondeando el mensaje de «la basura mata».