Ahora que las vacas flacas han adelgazado hasta quedar paupérrimas, cuanto más se cierre el grifo del crédito a los municipios, mayor será el afán recaudatorio y la usura de los poderes municipales y autonómicos. Lo acabamos de comprobar en la liquidación contable del pasado ejercicio en el Ayuntamiento gijonés, que engordó la caja municipal de caudales con dos millones de euros por encima de lo previsto en multas de tráfico. Ándese con ojo el conductor, sea o no avezado, si detecta al borde de la calle a cuadrillas de empapeladores: son en realidad agentes de la Municipal con la papela de sancionar conductas punibles en la mano, dispuestos a aligerarle la chequera al primer volantazo. Cualquiera pensaría que el concejal de Hacienda es en realidad la reencarnación del sheriff de Nottingham. La mejor solución para evitar multas y engorros -y de paso ahorrar- es dejar el vehículo en casa o conducirse en el asiento trasero del coche de San Fernando: primero a pie y luego andando.