Los asturianos, separados de la Meseta por la imponente mole de la cordillera Cantábrica, hicieron tradicionalmente de sus puertos y del mar una de las vías de huida hacia la emigración, casi siempre con rumbo a América. El secular aislamiento del Principado, que tanto ocupó y preocupó a Jovellanos, ha sido uno de los asuntos recurrentes de la vida política regional. Aún lo es, como pone de manifiesto, por citar un solo ejemplo, la preocupación por el calendario de llegada de la Alta Velocidad; pero, paradójicamente, las dársenas asturianas han tenido un perfil económico muy constreñido a lo largo del último siglo: simples infraestructuras cautivas al servicio de los tráficos de minerales y de la industria básica regional. Pocos estudiosos cuestionarían la afirmación de que Asturias jamás ha intentado en serio el proyecto de ser la gran puerta marítima comercial de un «hinterland» (espacio de influencia portuaria) que se extiende hasta Madrid. Una autolimitación que puede ser historia en los próximos años. Las cosas están cambiando.

La revolución logística en marcha y la nueva política de transportes de la Comisión Europea (CE), que ponen el énfasis en la eficiencia económica o en un modelo de intercambio de mercancías y viajeros menos contaminante, son el gran revulsivo que ha venido necesitando el Principado -y también los agentes económicos- para replantear esa aletargada relación con el mar y con su principal puerto, El Musel. El barco y el ferrocarril son los grandes protagonistas de la estrategia de los Veintisiete para buscar alivio a las congestionadas carreteras continentales. El camión seguirá siendo muy útil, pero como una pieza inserta en un complejo mecanismo intermodal en el que el mar y el tendido ferroviario son piezas irrenunciables para que la mercancía viaje de puerta a puerta. La posición central que ocupa El Musel en el Cantábrico, su situación como dársena de entrada a la península Ibérica desde los puertos de la fachada atlántica europea, lo convierte, si hay un cabal aprovechamiento de todas esas circunstancias, en una referencia de esa estrategia de la CE.

Está por ver cómo puede influir la crisis económica en las inversiones públicas y privadas para concretar, a través, por ejemplo, de las autopistas del mar y de otros proyectos de «short sea shipping» («navegación de corta distancia»), esa nueva política de transportes. Aunque la CE ha insistido hasta ahora en que su apuesta es irreversible. Así lo señaló la comisaria de asuntos Marítimos y Pesqueros en su reciente visita a Gijón, con motivo de la celebración del «Día marítimo europeo». El Musel, que concluirá este año su magna obra de ampliación (715,6 millones, sin IVA), está en mejores condiciones que nunca para convertirse en un puerto muy diversificado y con dimensión europea. Abierto al tráfico todos los días del año, sus calados, su superficie terrestre, sus conexiones ferroviarias y por carretera, así como la inminente urbanización de una zona logística cercana (ZALIA), jamás estuvo tan cerca de poder superar la asignatura histórica de convertirse en uno de los grandes puertos comerciales (lo es ya industrial) de la Península.

Es una posibilidad que está al alcance. Algunos analistas han advertido en la prensa gallega, y no por casualidad, que ojo con el despertar del «hipertrofiado» puerto asturiano. Una naviera tan solvente como la italiana Grimaldi, que enlaza 120 puertos de 45 países y está firmemente asentada en el Mediterráneo, ha empezado a tomar posiciones en Gijón y Bilbao. Tiene junto con la francesa Louis Dreyfus, otra compañía de acreditada trayectoria, el 98 por ciento de GLD Atlantique, la firma adjudicataria de la autopista del mar entre El Musel y Nantes-Saint Nazaire, en la costa occidental francesa. Esa conexión, que entrará previsiblemente en servicio después de verano, será la primera autopista del mar atlántica. GLD Atlantique negocia con Renault y PSA (Peugeot Citroën) hacer de Gijón el puerto de entrada de parte de la producción de sus vehículos para España y Portugal.

No es la única iniciativa por la que Europa se acerca a España a través de El Musel. El puerto de Cork tiene muy avanzada una propuesta (Gaelic) para su conexión a través de otra autopista del mar con la terminal asturiana. La Autoridad Portuaria de Gijón acaba de pedir 7,7 millones de euros a la CE con cargo al programa «Marco Polo II» para poner en marcha ese enlace con Irlanda. Y ha solicitado otros 2,5 millones, dentro también de ese plan comunitario y en participación con un consorcio encabezado por el puerto de Rotterdam -el mayor de Europa por tráficos- para conectar el norte peninsular con el Báltico a través de la rada polaca de Gdansk. Hay que añadir, además, que El Musel lidera los trabajos del grupo Proposse, del que forman parte los puertos de Aveiro (Portugal), Le Havre (Francia), Poole (Inglaterra) y el ya citado de Cork, para el desarrollo de autopistas del mar atlánticas dedicadas a la pequeña y mediana empresa. Estos y otros mimbres pueden hacer del superpuerto asturiano una referencia en el mapa del transporte europeo.