Más de un mes fuera de la parroquia ha sido algo nuevo para mí, una semana hospitalizado ha sido una experiencia importante y acudir a la iglesia un par de semanas como fiel, desde fuera del altar, me hizo ver la celebración eucarística desde otra perspectiva. Al volver reflexiono sobre estas vivencias.

Enfermos

Al comentar con gratitud lo cuidado que me sentí en el centro hospitalario por parte de familia, compañeros, amigos..., un médico me comentó que no todos los enfermos tienen la misma suerte y me contó que hace una temporada trajeron a urgencias a un sacerdote y después de atenderlo, al reclamar la presencia de familiares del enfermo, tras un silencio se acercó un señor que dijo: «No sé si este cura tiene familia, yo soy un empleado de la Casa Sacerdotal y el hombre al sentirse mal me pidió que lo trajera aquí». La institución eclesiástica (la cruz de mi fe) tiene estas cosas y no debería olvidar que Jesús de Nazaret estuvo especialmente cercano a los enfermos. El Código de Derecho Canónico quizá no contempla esto, pero el Evangelio lo considera prioritario.

Parroquia

Oír misa, una expresión que no me gusta, es algo que hago pocas veces desde los bancos del templo, aunque la presido a diario y muchas veces más de una vez, desde el altar. En la ciudad donde estuve convaleciente acudí a diario a un templo cercano a la casa de mi familia; allí veneran a la Virgen del Remedio, patrona de la ciudad, y durante el mes de Mayo acuden parroquias e instituciones a honrar a María. Oí predicaciones muy distintas, algunas poco encarnadas en la vida, pero hubo una que me sorprendió especialmente; el sacerdote que presidía la Misa nos dijo que la devoción a la Virgen del Remedio nació con motivo de una peste que padeció la ciudad siglos atrás y que movió a la gente a acudir a la Virgen buscando remedio. Hoy la peste, nos dijo el cura, es el paro, la situación difícil de tantas familias que necesitan incluso alimentos (en Caritas parroquial somos testigos) y la devoción a la Virgen nos exige buscar remedio para estas personas siendo solidarios y compartiendo lo que tenemos. Al final de la misa, un señor que dijo ser presidente de la Cofradía de la Virgen del Remedio, entregó una placa conmemorativa del acto al sacerdote del que dijo que era párroco en un barrio del extrarradio de la ciudad.

Parábola

Recibí la llamada cariñosa de un misionero amigo que tras preguntarme por mi salud me contó una anécdota, que tiene algo de parábola. Un párroco acudió al hospital a recoger a su padre que había sido sometido a una pequeña intervención; ya en carretera hacia casa el padre pidió a su hijo regresar al hospital porque tenía que hablar de algo muy importante con el doctor; de vuelta al hospital le pidió a su hijo que fuese a ver al médico y le preguntase si podía beber vino. El médico le preguntó al sacerdote si su padre había tomado vino siempre, a lo que contestó afirmativamente, que cada día tomaba vino con los amigos. Preguntó también el doctor si el vino le provocaba borrachera, y la respuesta fue tajante, nunca. Pues de salud, dijo el doctor, no puede estar mejor, con noventa años y es la primera vez que ha necesitado asistencia médica: Que siga tomando vino. Al comunicarle el cura a su padre la opinión del doctor, el anciano exclamó: «¡Gracias a Dios! Además, iba a seguir haciéndolo lo mismo».