Á. CABRANES

«Al principio no quería subir nadie, los clientes pensaban que igual se les podía pegar alguna enfermedad. Incluso los compañeros se reían de mí». José Luis González Alonso recuerda de esta manera los inicios del primer taxi adaptado para personas con movilidad reducida que circuló en Gijón. Un servicio en el que fue pionero en la ciudad este leonés hace 14 años . En la actualidad, sólo dos vehículos más han seguido su iniciativa de los 308 que circulan por las calles gijonesas. Número que deberá aumentar paulatinamente, ya que a partir de 2017, conforme al real decreto 15544/2007, se exigirá a los ayuntamientos que el 5 por ciento de su flota cumpla con las siguientes características: una rampa trasera de acceso para sillas de ruedas y peldaños laterales.

«Cubría bastantes servicios a residencias de ancianos y hospitales. En una ocasión tuve que trasladar a un cliente que carecía de las dos piernas. Fue entonces cuando me di cuenta de la necesidad de atender mejor a este colectivo», explica José Luis González. Taxista en Gijón desde hace 27 años, llevó estas inquietudes al Ayuntamiento. Allí, junto a la colaboración de Fundosa, división empresarial creada por la Fundación Once, comenzó a fraguarse el primer taxi adaptado de la ciudad.

«Es un proceso complejo, que tarda al menos dos años en aprobarse. Ayuntamiento y Fundosa se hacen cargo de la inversión en la tecnología para adaptar el taxi. Suele girar entre 12.000 y 14.000 euros», destaca el protagonista. Tanto la rampa de acceso como los dos peldaños laterales implican cambiar el eje del vehículo, el depósito de gasolina, la suspensión y el tubo de escape. Adecuaciones que en Gijón pudieron verse por primera vez en un modelo Fiat Ulises. «Todavía sigue funcionando en La Felguera. Había gente que no quería subirse, y en las paradas se cambiaban al de otros compañeros. Ellos se reían de mi idea. Los comienzos fueron complicados», rememora el protagonista. Y es que «fue difícil hacer entender que nuestras tarifas son las mismas, e incluso prestamos una atención más amplia. No es la primera vez que subo a casa del cliente, le ayudo a bajar las escaleras, o le bajo a pulso en su silla de ruedas. Esto hoy no lo hace nadie», destaca.

Dada la «exclusividad» de su oferta, comenzó a elaborarse una valiosa agenda que ahora está notando algún bajón. «La media de actuaciones es de tres servicios al día, normalmente de ida y vuelta, para viajes a centros hospitalarios. La crisis nos ha mermado. Muchos ven el taxi como el último recurso para trasladarse», resalta. El horario laboral es mucho más amplio. El taxi de José Luis González está disponible las 24 horas, sólo descansa un día a la semana y su dueño divide la jornada en dos turnos de 12 horas, junto a su compañero Gustavo Álvarez. «El viaje más largo que realicé fue a Bruselas, para llevar prototipos de amortiguadores de una fábrica gijonesa a una casa automovilística. En el caso de trasladar a una persona de movilidad reducida, ya he ido hasta Valencia», recuerda el leonés. Horas de esfuerzo y dedicación que hacen que González concluya que «para esta profesión no vale cualquiera».