M. CASTRO

El proyecto del laboratorio de energía eólica marina en Asturias, denominado Seasturlab, se abrirá a la participación de empresas extranjeras para poder conseguir financiación de la Unión Europea. El objetivo es lograr fondos del séptimo programa marco de la UE, al que podrán presentarse en el segundo semestre de este año consorcios formados por empresas o centros de investigación de al menos tres países comunitarios. La participación de socios de otros países podría permitir la incorporación al proyecto de empresas especializadas en el montaje de las torres eólicas en alta mar, que no existen en Asturias.

La obtención de ayudas europeas es una de las principales oportunidades para lograr recursos que permitan desarrollar el proyecto, ante las reticencias de las empresas que apoyaron la creación del Cluster de la Energía y el Cambio Climático a aportar dinero al proyecto, que lidera la Universidad de Oviedo y que apadrina el Ayuntamiento de Gijón. De momento, el cluster cuenta con un millón de euros procedentes de los recursos obtenidos con la concesión del Campus de Excelencia a la Universidad de Oviedo. Ese dinero servirá para pagar a la asesoría jurídica que se ha contratado para conseguir todos los permisos administrativos para colocar aerogeneradores frente a la costa asturiana y también servirá para costear el estudio de viabilidad económica de la plataforma, además de para diseñarla.

Pasar de la ingeniería a la construcción de una plataforma de apoyo a la experimentación en alta mar requerirá disponer de cinco o seis millones de euros adicionales, según fuentes vinculadas a un proyecto en el que colaboran empresas y administraciones públicas.

Los plazos aún no están claros, debido a que el proyecto se encuentra aún en una fase embrionaria. El objetivo es que en un plazo de unos dos años ya haya una primera plataforma a unos dos kilómetros de la costa en un primer campo de experimentación, en el que se podrán colocar aerogeneradores anclados al fondo marino o sistemas flotantes para obtener energía de las olas que en conjunto no superen los 5 megavatios de potencia. En esa primera zona de experimentación, de un kilómetro cuadrado, también cabría la posibilidad de instalar criaderos de peces, moluscos o algas. Todo dependerá de las prioridades de las empresas que confirmen su apuesta por el proyecto aportando recursos al mismo. La plataforma de investigación que se construya en esa primera zona próxima a la costa permitirá albergar equipos de laboratorio y una subestación eléctrica para recoger la energía generada.

En una segunda fase, que podría desarrollarse en un período de cuatro a cinco años, en función de los resultados de la primera, se ubicaría un segundo campo de experimentación, de unos cinco kilómetros cuadrados, a 20 kilómetros de la costa para instalar molinos eólicos flotantes.