A. RUBIERA

L'Andolina -golondrina en asturiano- es el nombre elegido para una iniciativa pionera en la región. Puede ser el santo y seña del primer colegio asturiano de Primaria impulsado y puesto en marcha por una cooperativa de familias que quieren introducir en la región nuevas ópticas sobre la educación de los niños.

Su referente es el sistema escolar finlandés «y, en general, el de los países nórdicos», explican algunas de las madres implicadas en esta aventura educativa. Un centro donde los procesos de enseñanza y aprendizaje no repitan el esquema tradicional de la memorización, no se base, sobre todo, en los libros de texto y las fichas a rellenar y no desprecie las emociones de los escolares. Donde los padres tengan presencia plena y activa y donde los niños, a la vez que desarrollan con responsabilidad sus tareas y dan sólidos pasos en su aprendizaje, puedan estar «felices estudiando».

Los referentes de estas familias gijonesas, que llevan meses estudiando la viabilidad de su idea, están en movimientos como el denominado «Otra escuela es posible», con experiencias en distintos puntos de la geografía nacional. Asociaciones que coinciden en la idea de que «es necesario modernizar el sistema educativo español y copiar de algunos de los modelos que mejor están funcionando en Europa. En España ya hay centros organizados y funcionando con proyectos diferentes al que estamos acostumbrados en Asturias, y pensamos que también aquí puede ser posible si nos unimos las familias que detectamos esta necesidad», explica Eva Friera. Ella es una de las integrantes de un grupo de trabajo que, pese a la afinidad de sus miembros en cuestión educativa, no está vinculada a ninguna entidad religiosa, política, cultural o vecinal.

Aseguran que la Administración educativa regional puede dar el visto bueno a un modelo escolar distinto del predominante, «siempre que sea sólido y que cumplamos objetivos mínimos. Tenemos claro que se puede cubrir el currículo oficial de la Educación en Asturias, pero con una forma de trabajo diferente», aclara Eva Friera. Otro ejemplo de esa distinta forma de trabajo estaría en la agrupación educativa. Frente a la distribución de los alumnos en clases independientes según el curso, en L'Andolina encontraríamos sólo tres clases, una por cada nivel de Primaria. O sea, con los niños de 6 y 7 años agrupados, los de 8 y 9 en otra aula y los de 10 y 11 por su parte. La ratio máxima rondaría los veinte alumnos.

Ésa es, también, una forma de hacer viable económicamente un proyecto que no cuenta con más socios inversores que las familias que estén dispuestas a entrar en la cooperativa. En la actualidad, a falta de que se formalice el plan y se presente a la Consejería, al menos hay una decena de familias implicadas, todas de clase media, que no podrán invertir una fortuna por mucho que lo quisieran. Aunque los números finales dependerán siempre de la adhesión que tengan -«cuantos más seamos más económico podrá resultar»-, en sus planes está que la cuota de cooperativista sea de 5.000 euros y la mensual del colegio no supere los 200-300 euros. «Es un esfuerzo que merece la pena», sostienen.