Como viene siendo habitual desde 1982, el solsticio de verano da paso a una celebración europea que propone el intercambio cultural y musical como motivo de unión y diversión, tanto en los emisores (en este caso los músicos y organizadores) como en los receptores (un público heterogéneo en afinidades y edad, fiel al espíritu del variado programa que se presentaba). El punto inicial del "Día europeo de la música" tuvo su origen en Francia, extendiéndose paulatinamente por diversos países hasta llegar a la consolidación del 21 de Junio como una fecha referencial para los amantes de la música. El Taller de Músicos de la Fundación Municipal de Cultura se quiso sumar a este acto organizando un pequeño ciclo musical que aglutinase a diversas agrupaciones asturianas de estilos diversos. Música clásica, pop/rock, folk y jazz tuvieron el pasado lunes cabida en el salón de actos del Centro Cultural Antiguo Instituto Jovellanos, en un concierto de cuatro horas de duración (comenzando a las 18 horas) con descansos de 10 minutos para permitir los cambios de escenario. René de Coupaud, máximo responsable del Taller de Músicos y uno de los más reconocidos contribuyentes a la difusión de la música en Asturias ya desde los años 80, tuvo a bien ejercer de maestro de ceremonias del evento.

El Ensemble Kaleidos fue la primera agrupación de la tarde. Esta formación de cámara, integrada por jóvenes instrumentistas de la OSIGi, interpretó el Quinteto para clarinete en La Mayor K581 de W. A. Mozart, también conocido con el sobrenombre de Stadler, clarinetista de gran renombre en el siglo XVIII a quien le fue dedicada la obra. La labor de los instrumentistas fue muy notable, tanto en el rol solista del clarinete como en el cuarteto de cuerda, actuando en sólida interacción de forma fluida en numerosas secciones, como en el intercambio tímbrico de la línea melódica en el Allegro inicial. El Larghetto, registro más intimista y emotivo, fue uno de los clímax interpretativos, destacando especialmente los matices del clarinete, que recuerdan en la melodía y la tonalidad al célebre segundo movimiento del Concierto para clarinete en La Mayor K622.

Seguidamente, el sexteto gijonés Kozmics propuso un viraje radical con su vigorosa propuesta. Se trata de un sexteto eléctrico (voz, guitarra eléctrica, teclados, saxos, bajo y batería) que presenta una mezcla de diversos elementos funk (evidenciado sobre todo en la sección rítmica), soul (en cuanto a las intervenciones melódicas del saxo) y blues (más concentrado en los registros de la guitarra, el teclado y la voz), pasándolo por un tamiz con visos de pop-rock, sobre todo en las composiciones propias de la banda (cantadas en español). En su repertorio, se podían escuchar con soltura piezas originales como "Disparando soul", "Bailar" o "El saxo está borracho" (un imaginativo arreglo del clásico de Tom Waits, aunque cambiando al instrumento protagonista), junto a versiones personalizadas en inglés, como el popular "I shot the sheriff" de Bob Marley, muy popularizada posteriormente por Eric Clapton.

El folk vino de la mano de un trío de lujo, núcleo central de "La Bandina", una de las formaciones más heterogéneas del panorama asturiano y que mezcla la música celta con los arreglos para bandas de metales y la canción popular. El acordeón de David Varela, la zanfona de Merce Santos y el saxo soprano de Santi Caleya (quien también tocó la gaita) sumaron sus fuerzas presentando inventivos arreglos del patrimonio tradicional de Oriente y Occidente, siempre preservando la finalidad bailable. Varela fue introduciendo el repertorio con ingenio y cercanía, aportando un pequeño componente didáctico muy de agradecer. La tradicional asturiana "Xota de Caldueño" y la jiga "Horizonto", popularizada por la banda de folk Blowzabella, sirvieron para cerrar su concierto.

El último grupo en participar fue el "Quiet Jazz Ensemble", un colectivo de jóvenes instrumentistas de jazz que integran un completo repertorio de piezas exponenciales de todos los sub-estilos. No faltaron géneros como la bossa ("How insensitive") ni clásicos como "A night in Tunisia" (uno de los mejores ejercicios bebop concebidos por Dizzy Gillespie, con tintes orientales y africanos) o "Take the A train" (inmortalizada de la mano de Duke Ellington y la voz de Ella Fitzgerald). Uno de sus mejores momentos llegó con la recreación del "Afro Blue" de Coltrane, intercalando las atmósferas percusivas con algunos de los registros solistas más rabiosos por parte del saxo, el piano eléctrico o la guitarra.

El único aspecto negativo fue la escasa afluencia de público, sobre todo a partir de la segunda mitad. Y es que la coincidencia con eventos deportivos, concretamente de carácter futbolístico, siempre suele jugar en contra de la programación artística. Parecíamos poco menos que bichos raros los que allí estábamos congregados, pero seguro que también fuimos capaces de sentir esos valores de superación, fuerza y emoción a partir de otros cauces diferentes a los más masificados.