R. GARCÍA

La Policía detuvo ayer a otro joven vecino de El Llano acusado de pertenecer a la banda latina de los «Trinitarios». Con este nuevo arresto, los agentes de la Brigada de Información elevan a 11 los adolescentes acusados de pertenecer a esta peligrosa banda latina. A estos acusados hay que sumar la identificación de otros cuatro menores de 14 años que no pueden ser procesados penalmente. Entre los arrestados hay 6 sudamericanos, 4 españoles y un ucraniano. «El grupo había alcanzando cierto grado de organización y había causado inquietud en los ámbitos educativos», según apuntó ayer el delegado del Gobierno, Antonio Trevín.

La Policía llevaba siguiendo la pista de estos jóvenes desde el mes de febrero. Las denuncias de padres de los adolescentes y de vecinos dieron pie a la investigación. Tras varios meses de seguimiento, la Policía pudo conocer mejor a estos pandilleros latinos «que ya habían causado», en palabras de Trevín, «algún que otro altercado en su centro educativo». Además, «tenían ritos de iniciación y una organización que simulaba a la de las bandas de latinos que hay en otras partes de España». Muchos de los adolescentes que formaban el grupo se habían fugado de sus casas y «amedrentaban» a jóvenes en el colegio.

Los «Trinitarios» gijoneses se reunían en las puertas de un centro educativo y en una casa abandonada en el barrio de El Llano. Como otros tantos pandilleros contaban con un líder, «fácilmente identificable», según la Policía. Era un menor de edad de origen dominicano que tenía un «carisma que hacía que se acrecentase su sentimiento de hermandad». Éste líder era el que establecía las normas del grupo. Entre otras disposiciones obligaba a los «Trinitarios» gijoneses a llevar una navaja guardada «en el zapato o en zonas íntimas».

Para entrar a formar parte de esta organización los jóvenes debían pelearse o «demostrar su hombría», como decidiese su líder. Primero se convertían en «asociados», y tras varios meses de lealtad pasaban a ser «miembros juramentados».

Los ahora detenidos son, en su mayor parte, inmigrantes de segunda generación que se sienten poco integrados en una sociedad que consideran «hostil».

Antonio Trevín asegura que, a pesar de la labor policial «no podemos asegurar que la banda no vuelva a surgir», «pero ahora ya los tenemos a todos identificados y el trabajo va a ser mucho más sencillo».