Miriam SUÁREZ

«La ladera presenta una acusada pendiente, en equilibrio inestable, consecuencia de haberse explotado el material cuarcítico que la conforma -a modo de cantera- para la construcción y sucesivas ampliaciones del puerto de El Musel». Los doctores en Geología Manuel Gutiérrez Claverol, Miguel Torres Alonso y Carlos Luque Cabal así lo recogen en su libro «El subsuelo de Gijón», donde el barrio de El Muselín acapara buena parte del capítulo dedicado a los desprendimientos. El contenido de la publicación, editada en 2002, cobra actualidad ahora que el Ayuntamiento alega problemas geológicos para justificar la transformación de esta zona residencial en una zona verde.

El barrio se encuentra situado en una ladera de la Campa Torres «inestable y, por tanto, peligrosa», mantiene Gutiérrez Claverol. Aunque «no sabría decir, con la información que tengo, si la solución es el desalojo», puntualiza este experto de la Universidad de Oviedo. El Ayuntamiento asegura que hay enformes específicos que avalan su decisión de convertir El Muselín en un gran parque. La decisión, incorporada al nuevo Plan General de Ordenación (PGO), implica la desaparición de un centenar de casas y el desalojo de más de 200 vecinos.

Esta tarde, a las ocho, decidirán qué hacer en una asamblea convocada en la cancha de fútbol. El Ayuntamiento les asegura que se trata de un proyecto a largo plazo, en el que no tienen cabida las expropiaciones. Pero los vecinos no quieren irse y dudan de los argumentos municipales. Por lo pronto, exigen ver «esos estudios geológicos que aconsejan el desalojo».

Según el libro en el que interviene Gutiérrez Claverol, al que ahora se remite para explicar la situación de El Muselín, los argayos en canteras que «no han sido suficientemente estabilizadas a su cierre» o «la utilización de explosivos» explicarían en buena medida la delicada radiografía que presenta el terreno. Y se recomienda: «Proteger las cabeceras de los taludes; facilitar el drenaje y desviar la circulación del agua procedente de la Campa Torres; sanear los argayos, llegando incluso a gunitar (sistema a presión) la ladera con cemento; o recurrir al anclaje del talud».

Los vecinos se preguntan por qué el Ayuntamiento no adopta medidas técnicas. El concejal de Urbanismo les explicaba esta misma semana que las posibles soluciones son de una magnitud económica difícil de asumir por la Administración. También cuestionan el hecho de que «no se puedan mantener las casas, pero sí las bombonas de La Campa o la torreta de alta tensión, que pesa toneladas».

El Ayuntamiento tiene paralizadas las licencias de construcción en El Muselín desde 1987. A lo largo de estos 23 años, los sucesivos equipos de gobierno han tratado de buscar una alternativa al barrio, que se ha llevado más de un susto por su débil composición geológica. El libro «El subsuelo de Gijón» repasa algunos de los incidentes más sonados, empezando por «el 4 de junio de 1978, cuando una voladora provocó una ingente caida de rocas, que cegó la entrada del túnel que une el puerto con Aboño».

También recuerda «otro desprendimiento de rocas proveniente del monte de El Muselín que, en febrero de 1986, generó una gran brecha en un depósito de Campsa». Sigue con lo ocurrido «el 29 de noviembre de 1997, cuando unas mil toneladas de rocas procedentes del parque arqueológico cayeron a la altura del dique exterior del puerto». Y termina en marzo de 2001, cuando «el derrumbe de unas 300 toneladas arrasaron una vivienda unifamiliar» de El Muselín. Para los vecinos «se trata, simplemente, de accidentes». De hecho, «en este barrio no hay ninguna casa con grietas ni mal asentada», afirman. Esta tarde tomarán una decisión sobre su futuro urbanístico, que afrontan con malestar e incertidumbre.