El origen. Los 165 grabados que se exponen con gran éxito de público en el Antiguo Instituto proceden de la Fundación William Cuendet & Atelier de Saint-Prex (Lausana, 1977). La Fundación reúne los grabados que fue coleccionando el pastor protestante W. Cuendet (1866-1958) a comienzos del siglo XX. Y en el taller trabajan jóvenes artistas contemporáneos que aman el grabado, guiados por maestros como Albert Yersin y Pierre Tal Coat. Estos grabados están depositados en el Museo Jenisch de Vevey, Suiza. Que esta muestra circule por varias ciudades españolas se debe a la obra social de «La Caixa». Y en Gijón, a la Fundación Municipal de Cultura. El título «De Durero a Morandi» transmite al público la ambiciosa amplitud de la muestra, bajo los nombres de dos grandes artistas del siglo XVI y el siglo XX. Tal vez no sepa mucha gente quién fue Giorgio Morandi (Bolonia, 1890-1964), cuya pintura tiene la sutileza del grabado.

La distribución. Para su presentación al público, tan numerosa cantidad de obra ha sido distribuida mediante referencias temáticas que a su vez se sitúan en espacios individualizados con mamparas o aprovechando la disposición del edificio. Entrando por la derecha, los espacios se dedican al interés religioso del pastor W. Cuendet, las vistas de Venecia, el clasicismo francés y obras en que los artistas se liberan de lo mercantil y expresan su intimidad. Por la izquierda, el paisaje y las obras de los artistas del taller de Saint-Prex, protagonizan los espacios. Para terminar, se muestra un taller didáctico de la FMC donde los niños aprenden y practican lo que es un grabado. No es preciso insistir en la elevada presencia del grabado en la ciudad, que ha podido influir en esta presentación estelar.

La didáctica. Una exposición de grabado que abarca cinco siglos y se sirve de técnicas muy difíciles de captar a simple vista por quien no es profesional del asunto, requería indicaciones que acompañen al visitante y le ayuden en la comprender y valorar lo que está viendo. Y así lo han entendido los comisarios Florian Rodari y Catherine McCready. Cada obra lleva su pequeña cartela, como es habitual. En la pared se explican las técnicas de grabado. Otros pequeños textos sirven de guía. El visitante avezado sabe también que las piezas más importantes están situadas en los lugares de mejor visibilidad y ocupan mayor espacio en solitario.

Preguntas y estrategias del visitante. Vemos los grabados religiosos de Durero (s. XVI), con escenas de personajes de la Biblia y la vida de Cristo. Admiramos el equilibrio y la calidad de la composición, con grabados a xilografía o a buril. De los tres grabados más famosos de Durero, se muestran dos: «San Jerónimo en su estudio» y «La Melancolía». El San Jerónimo es un magnífico estudio de perspectiva, con el punto de fuga colocado en el centro lateral derecho. «La Melancolía» es obra muy pequeña (31x26 cm.), pero extremadamente precisa, de manera que soporta grandes ampliaciones. Y está llena de objetos simbólicos, como las herramientas de carpintería, el perro famélico, el reloj, la balanza y la campana, el cometa, etc. y ese fantástico cuadrado mágico de números que suman de muchas maneras 34. En ambos casos, tras contemplar la obra en directo, sabemos que hay que estudiarla en casa más detenidamente. Luego vemos los trabajos de Rembrandt (s. XVII), formidable predicador a través de su obra y hombre muy espiritual. Hace hablar a sus personajes mediante posturas y gestos, cultiva el claroscuro y pone gran intensidad en todo lo que trasmite. Su religiosidad es perfectamente luterana, o sea, personal e íntima. No por ser muy espiritual dejan de gustarle las mujeres, como podemos apreciar en el desnudo de mujer negra de espaldas. Nos preguntamos por qué no hay nada de Rubens. Y tal vez se deba a que no le gustaba al pastor William Cuendet, porque los grabados de Rubens (s. XVII) transmiten un tipo de religiosidad más aparatosa y espectacular, a la manera católica de los santos del barroco.

Luego, el visitante se pregunta si está bien representado ese monstruo del grabado que es Piranesi (s. XVIII), que además graba a gran tamaño utilizando la prensa móvil o tórculo. Quisiéramos ver más de las famosas «cárceles», pero queda compensado con ejemplares de ruinas romanas y «grutescos» o visiones de las ruinas en grutas o interiores. El siglo XVIII es el siglo del arte Neoclásico, cuando Winckelmann inventó la historia del arte en la antigüedad. Además de las vistas de Venecia y de Roma ¿coleccionaba el pastor William Cuendet grabados sociales, como los de Anthony Van Dyck, Reynolds o Hogarth? Parece que le interesaba más el paisaje. O no le gustaban los ingleses. Y no se puede tener de todo.

Al ver grabados de Degas y Manet (s. XIX), delicados y precisos, como los retratos de las pintoras impresionistas Mary Cassatt y Berthe Morisot, el visitante se extraña, porque el pintor impresionista no puede expresarse mediante el grabado. La respuesta está en que no hay grabados de los impresionistas puros (Monet, Pisarro y Sisley).

¿Está bien representado Goya? Evidentemente no. Pero aquí entramos de nuevo en el tema del grabado social. Otra pregunta se hace el visitante. ¿Hay relación entre las técnicas de grabado y el estilo de la época en que vive el artista? Parece que no. Los grabadores someten la técnica a su estilo y no a la viceversa. Las técnicas van avanzando en el sentido de hacer más fácil el trabajo del grabador. El grabado en madera significa excavar los bordes de cada línea, método que se llama «entalladura». El buril es como un arado que hace surcos en la plancha metálica. La punta seca se parece a un lápiz que araña la plancha. El aguafuerte y la aguatinta dejan que sea la acción de los ácidos quien erosione el metal. Hasta llegar al «cliché-verre» que permite un dibujo rápido y suave, dejando que sea la luz quien imprima la imagen sobre papel casi fotográfico.

Otras obras notables. No puede marchar el visitante sin pararse ante dos obras muy notables. «La Santa Faz» (1649) de Claude Mellan, dibujada en espiral sin levantar la mano, obteniendo la imagen a través de concentración o separación de líneas, desde la nariz del Cristo hasta los bordes exteriores. Y «El ángel anatómico», de Jacques-Fabien Gautier d'Agoty, grabado a tres colores, de 1746.

Pero tenemos que comprender que el grabado ha sido como la televisión del pasado. Mediante grabados se difundían todo tipo de imágenes, artísticas, sociales y científicas en los siglos pasados.