Pablo TUÑÓN

Aunque la vida no sea un juego, el juego cada vez está más presente en la vida. Las camisetas de importantes equipos de fútbol publicitan casas de apuestas por internet y un anuncio «on line» muestra a un conocido futbolista que reta al lector para que «saque el entrenador que lleva dentro» y haga su apuesta deportiva. Ahora más que nunca se hace necesario recordar el lado más cruel de esta realidad. La otra cara del juego, en la que la victoria brilla por su ausencia y la ausencia de vida social se convierte en la gran derrota.

Alberto y Avelino, nombres elegidos por ellos para mantenerse en el anonimato, ya llevan años de terapia en Jugadores Anónimos de Asturias, pero la cicatriz que les abrió la adicción al juego nunca se cerrará del todo. «Este mal es progresivo e incurable. Cada vez vas a más, hasta que llegas a un punto en el que lo único que te interesa es jugar. Si no tienes de dónde sacar el dinero, acabas robando o pidiendo», explica Alberto, a quien, a pesar de llevar doce años desenganchado de las tragaperras, todavía se le humedecen los ojos al recordar cómo arruinó su vida. «El daño personal y familiar que te genera es bestial. Tuve que recuperar mi autoestima, porque me odiaba profundamente y lo único que quería era que pasase un autobús y me llevase por delante», añade.

El caso de Avelino no difiere en casi nada. «No sé cómo empecé, lo único que sé es que acabé arruinando a mi familia», reconoce este ludópata que tiró su vida por la ranura de una tragaperras y la ha conseguido recuperar gracias a más de trece años de reuniones en Jugadores Anónimos. «Una vez que te enganchas no puedes parar. Somos jugadores compulsivos. Si la máquina nos da el premio, lo volvemos a echar en la de al lado», explica Avelino. Tanto él como Alberto reconocieron su enfermedad, paso imprescindible para enfrentarse a la adicción. «La gente piensa que somos viciosos y apestosos. Pero no es así. Somos enfermos», proclama Alberto.

Los expertos reconocen la ludopatía como una enfermedad, aunque existe discusión acerca de dónde encuadrarla. El psicólogo Luis Ordóñez, que pasa consulta en Gijón, apunta que, «aunque muchos la incluyan dentro de los trastornos de control de los impulsos, presenta similitudes con las adicciones: recaídas, entramado con la vida cotidiana, síndrome de abstinencia...». El doctor Eduardo Carreño dirige la clínica médico-psicológica Asturias de Gijón, una de las pocas dedicadas a las patologías adictivas en la región, y califica la ludopatía de «adicción comportamental». «Todos estos trastornos comportamentales, como la adicción al sexo, al trabajo, al juego, al sol o la vigorexia, están aumentando en la sociedad», asegura Carreño. En su clínica todavía no se notan los efectos de internet, que facilita las vías de entrada al juego, ya que la mayoría de pacientes ludópatas, el 90 por ciento, son jugadores de tragaperras.

Sin embargo, no es descabellado pensar que la facilidad que dan las tecnologías para introducirse en el juego produzca un «boom» de ludópatas. «Cuantos más mecanismos de inicio hay, mayor probabilidad existe de llegar a la adicción», explica Ordóñez, que matiza que «este fenómeno es muy reciente y probablemente no haya datos epidemiológicos». Avelino, ex jugador compulsivo, lo tiene claro: «El Estado se lleva mucho dinero del juego y cada vez está en más sitios», opina. El pasado día 17 el Consejo de Ministros aprobó el anteproyecto de una ley del juego que incidirá especialmente en la regulación de las casas de apuestas «on line».

La ludopatía no tiene un tratamiento fácil y son muchos los que lo abandonan a medio camino. «El síndrome de abstinencia que pueden padecer los enfermos se manifiesta en nerviosismo, alteraciones en el sueño, cambios de apetito y calambres musculares», asegura el doctor Carreño, que incide en la existencia de varios tipos de ludópatas. Algunos tan sólo sufren la pura adicción al juego, pero otros llevan aparejado algún trastorno psiquiátrico o de ansiedad o depresión. La forma de tratar a cada paciente difiere según el tipo que sea, pero nunca se trata de retirarles el estímulo -en su caso, el juego- de delante.

Pero siempre hay un resquicio para la esperanza. Alberto y Avelino son un claro ejemplo de ello. «Si quieres, puedes salir de ello», asegura Avelino, que reconoce que debe mucho a muchas personas que formaron parte de sus reuniones en Jugadores Anónimos. Ahora trata de hacer lo propio con nuevos ludópatas. Felizmente para él y para Alberto, el juego ha terminado. Game over.