Vivimos tiempos en los que se critica injustamente a la Iglesia por cualquier motivo, y reconociendo que tenemos -pertenezco y amo a la Iglesia- cosas de que arrepentirnos, hay mucho bueno en ella. Traigo a esta columna tres noticias que proclaman que la Iglesia vive, y con el pueblo.

Casaldáliga en Gijón

El próximo jueves en el salón de actos de la parroquia de San Pedro será presentado un libro: «Las causas que dan sentido a su vida. Retrato de una personalidad: Pedro Casaldáliga».

De este obispo atípico que lleva por mitra un sombrero de paja y por báculo un remo de los que usan los nativos por el río dice Mayor Zaragoza: «Representa la cristiandad genuina, la que respeta la igual dignidad de todos los seres humanos, la de las manos tendidas, la de la austeridad extrema». Este obispo poeta decía: «¿Qué daréis por sacramento / si no os dais en lo que deis?».

Hace cuatro años, en carta a la III Semana solidaria de Mieres, Casaldáliga decía: «Hermanas y hermanos, seguiremos en entrañable comunión, en incansable intersolidaridad, en inclaudicable esperanza. Un abrazo y aquella Paz inquieta que no nos deja dormir. Vuestro viejo compañero de camino».

El jueves nos hablaran de él personas que lo conocen muy de cerca.

Nuevo templo

Hoy, en la parroquia hermana del Buen Pastor estrenan templo, lo necesitaban, desde esta parroquia compartimos su alegría. Allá por el año 93 del pasado siglo vivimos aquí la misma circunstancia y doy fe de lo mucho que nos ha ayudado aquel complejo parroquial en la actividad pastoral.

Es evidente que lo más importante de una parroquia no son las instalaciones, sino la comunidad, y gracias a Dios en ambas parroquias las comunidades viven cada día con entusiasmo y generosidad su compromiso cristiano. ¡Felicidades, hermanos del Buen Pastor!

No puedo olvidarme, en este día de alegría, de que otra parroquia hermana, Santa Olaya, no tiene todavía una casa para la familia parroquial, lamento que lo que se prometió repetidas veces a esa comunidad no se haya hecho realidad, y critico que los fondos diocesanos se hayan derivado hacia otras instalaciones mucho menos necesarias. Pido a la diócesis que responda ya a esta necesidad ineludible.

Contra la pena de muerte

El padre Federico Lombardi S. I., director de la Oficina de Información de la Santa Sede, decía el domingo pasado: «Soy contrario al recurso a la pena de muerte. No la quiero ni en China, ni en Irán, ni en los Estados Unidos, ni en India, ni en Indonesia, ni en Arabia Saudí, ni en ninguna parte del mundo. No la quiero por lapidación ni por fusilamiento, ni por decapitación, ni mediante la horca, la silla eléctrica, ni por inyección letal. No la quiero dolorosa o sin dolor. No la quiero en público ni en secreto. No la quiero para las mujeres ni para los hombres; no para los minusválidos ni para los sanos. No la quiero para los civiles ni para los militares; no la quiero ni en paz ni en guerra. No la quiero para quien puede ser inocente, pero tampoco la quiero para los reos confesos. No la quiero para los homosexuales. No la quiero para las adúlteras. No la quiero para nadie. No la quiero ni siquiera para los asesinos, para los mafiosos, para los traidores y para los tiranos. No la quiero por venganza, no para liberarnos de prisioneros incómodos o costosos, y ni siquiera por presunta misericordia. Porque busco una justicia más grande es bueno caminar por este camino para afirmar cada vez más, a favor de todos, la dignidad de la persona y de la vida humana, de la cual no somos nosotros quienes disponemos».