De todo este embrollo de la arena acopiada por la Autoridad Portuaria inicialmente destinada a la playa de San Lorenzo y, al parecer, inservible a tal efecto, de lo que no me cabe duda es del nombre que más temprano que tarde bien podríamos acabar por darle los gijoneses a ese conjunto de áridos en cuestión: la «playona» de Rexach.

Ello no obstante, y en lo que a los potenciales destinos de dicha arena se refiere, una vez descartada también la playa de Salinas, antes de que los responsables de la obra del puerto, siguiendo su costumbre, tengan a bien contratar con alguna consultora la elaboración de informes al efecto que contribuyan a alimentar aun más si cabe ese a modo de pozo sin fondo también conocido como sobrecoste, me permito adelantar humildemente, sin ánimo de molestar y en términos de estricta defensa de mi derecho a canalizar mi más que sobradamente justificada indignación ciudadana, algunas propuestas:

1.ª Donarla al Ayuntamiento de Valencia de don Juan para una playa fluvial, colocando de este modo a Menéndez Rexach en privilegiada disposición para recibir el galardón al paisano de honor de 2011.

2.ª Trasladarla a los espacios inicialmente destinados en el puerto a la regasificadora y a la nueva terminal de graneles, para una reconstrucción a escala del desierto del Sahara, con sus oasis, sus jaimas y sus camellos; una especie de parque temático del desierto a cuyo frente bien podría situarse a Jesús Montes Estrada y a Carmen Veiga, aprovechando las indudables sinergias que se derivarían tanto de la conocida devoción del primero por el pueblo saharaui como de la acreditada trayectoria de la segunda en la gestión de empresas de ocio y espectáculos. Se conseguiría de esta suerte un doble objetivo: por un lado, poner en valor unos terrenos de incierto destino en otro caso y, por otro, reubicar a dos destacados servidores públicos con dudosas perspectivas de ocupación tras las elecciones de mayo.

3.ª Montar una fábrica de sacos terreros destinados a nuestras tropas en Afganistán, medios defensivos que no estarán de más teniendo en cuenta que los talibanes -víctimas tardías a buen seguro de las oscuras y revanchistas maquinaciones del trío de la Azores- parecen no haberse dado por enterados de que nuestros soldados no se encuentran allí en misión de guerra.

Estoy por asegurar que mucho se tendría que torcer para que a través de alguna de estas iniciativas, haciendo de la necesidad virtud, el fiasco de la «playona» de Rexach no terminara siendo incluso rentable para esta sufrida villa nuestra. ¿O no?