Los colegio y escuelas infantiles de Gijón huelen a castañas. Igual que huelen, también, con el añadido de la sidra, los centros formativos, los de mayores y las asociaciones vecinales. Porque lo cierto es que casi no hay rincón de la ciudad donde estos días no se haga un «amagüestu». Ayer le tocó el turno a la Fundación Revillagigedo, que reunió para la ocasión en su fiesta otoñal organizada en los talleres del centro a cerca de 300 alumnos, ex alumnos, padres y personal.

Hubo cita también en la asociación de vecinos de Cimadevilla y en el hogar de mayores de Contrueces. Si en esas fiestas pesó más la parte social, en los colegios y en las escuelas la fiesta de otoño es una ocasión para mostrar a las familias el trabajo del trimestre y también para la reunión de la comunidad.

Uno de esos encuentro lo propició la escuela infantil de Montevil, donde grupos de madres dedicaron algunas horas del horario extraescolar para participar en un taller en el que además de cultivar las buenas relaciones confeccionaron las faldas y las indumentarias que ayer lucieron sus hijos en el «amagüestu». En la escuela infantil Escolinos también hubo fiesta y, en su caso, al mandilón escolar no le faltó el añadido de los pañuelos de Asturias con la cruz de la Victoria.

En otros colegios, como el Clarín, el festejo se aprovechó para desarrollar temas educativos tan regionales como el de la manzana, lo que implicó enseñar incluso a los alumnos a «pañar» fruta en una pomarada de La Camocha. Otro colegio gijonés, el Asturias, aprovechó la cita de otoño y su quincena cultural para montar un gran programa de actividades en torno a la idea de «Asturias: tierra y lana», lo que propició la visita, durante el día de ayer, de la oveja «Margarita». El centro se convirtió en una pequeña granja y los alumnos pudieron incluso alimentar al animal a base de su manjar favorito: las manzanas troceadas. La oveja era la anécdota, ya que previamente el alumnado pudo conocer a través de documentales todo el proceso de la lana «desde la oveja al calcetín».