J. L. ARGÜELLES

A diferencia de socialistas y comunistas, los anarquistas españoles han sido reticentes a la hora de homenajear a aquellos de los suyos que jugaron un destacado papel en la lucha por las libertades democráticas o que tuvieron relieve en la historia de un movimiento que antes y durante la Guerra Civil sumó cientos de miles de afiliados. La CGT hizo ayer una excepción con el gijonés Ramón Álvarez Palomo, fallecido el 14 de noviembre de 2003, a los 90 años, después de una vida de lucha por las ideas libertarias y un activo papel político que le llevó, por ejemplo, a formar parte, en representación de la FAI y como titular de Pesca, del Consejo Soberano de Asturias y León.

Al homenaje, que se celebró en la calle que lleva el nombre de Álvarez Palomo, en El Coto, acudió la que fue compañera de éste durante muchos años, Aurora Molina Iturbe. A sus 89 años es memoria viva del anarcosindicalismo español. Hija de Juan Manuel Molina, que llegó a ser secretario general de la FAI, y de otra destacada libertaria, Lola Iturbe, se mostró ayer «contenta» por el reencuentro con algunos de sus compañeros. «Estoy segura de que a Ramón le hubiera gustado charlar un rato con vosotros; esperemos que todo vaya bien», afirmó.

Jorge Muñiz, secretario de la CGT en Asturias, definió a Álvarez Palomo y a Aurora Molina como «militantes cenetistas comprometidos con la clase trabajadora durante toda su vida». Pero el acto fue también un reconocimiento a algunos otros libertarios asturianos, como Eleuterio Quintanilla o Higinio Carrocera. El anarquismo tuvo una muy importante implantación en La Felguera y en Gijón, donde llegó a ocupar la Alcaldía de la ciudad. Álvarez Palomo, autor de libros históricos o biográficos como «Rebelión militar y revolución en Asturias» o «Eleuterio Quintanilla. Vida y obra de un maestro», dedicó uno de sus textos a Avelino G. Mallada, el alcalde anarquista gijonés.

Álvarez Palomo, que había aprendido el oficio de panadero, se educó en la Escuela Neutra de Eleuterio Quintanilla y a los 15 años ya militaba en la CNT. Exiliado en Toulouse y París, en donde llegó a ser detenido por la Policía a petición de las autoridades franquistas, regresó a España en 1976. Instalado en Gijón, dirigió la revista «Acción Libertaria» y se mostró, como en los años anteriores a la derrota republicana, como un anarquista capaz de dialogar y acordar con otras fuerzas sindicales y de izquierda. De ahí su apoyo a la CGT en 1989, tras la dura confrontación interna que vivió la CNT. La organización confederal cumple este año, precisamente, su centenario.