Eloy MÉNDEZ

En menos que canta un gallo, Manuel García adquirió por la mañana varios ejemplares de esta ave procedentes de Castilla, Cataluña y Francia. A este vecino de Santurio le gusta presumir de corral desde hace años y, por eso, está dispuesto a gastarse hasta cincuenta euros en cada compra. Ayer, fue uno de los primeros que se dejó caer por el recinto ferial «Luis Adaro», donde se celebra el V Campeonato Nacional de Razas Autóctonas de Avicultura, Colombicultura y Cunicultura. Un certamen que ha convertido el pabellón de Asturias en una enorme granja improvisada de gallinas, palomas, pavos, ocas y conejos.

Los criadores de cada una de las clases en competición, casi todos con bata blanca, observaban a mediodía las calificaciones que el jurado había colocado a primera hora delante de los animales y comentaban una y otra vez sus características morfológicas: plumaje, color, pico, cresta, pelaje... Todos buscaban lo mismo: demostrar que el tiempo y dinero que han dedicado a su afición merecen la pena.

«El truco está en seleccionar a los ejemplares más cualificados para sacar lo mejor de cada raza», explicaba el vasco Miguel Ángel García, criador de la variedad euskal oiloa, con 20 gallineros en su caserío y que ayer destacaba la importancia del encuentro que estos días se celebra en Gijón, que reúne a 1.700 animales de las diferentes especies. «Aunque trabajamos para el autoconsumo, hemos mejorado y profesionalizado mucho nuestra técnicas durante los últimos años», añadía, en medio de dos largas hileras de jaulas que jalonaban el recorrido de los visitantes.

De eso dan fe los miembros de la Asociación de Raza Pita Pinta, gallinas autóctonas de Asturias, y que ha contado con el apoyo de la Federación nacional para poner en marcha el concurso, que se desarrolla paralelamente a otros dos certámenes, uno local y otro en el que participan también portugueses y franceses. «En estos actos compartimos conocimientos y técnicas», afirmaba el presidente del colectivo, Guillermo Vega, junto a la zona destinada a la colombicultura, donde palomas de kilo y medio competían por ser la más llamativa.

En otro de los pasillos, el valenciano Ricardo Castellano y el balear Mariano Mas debatían sobre la calidad de los piensos y otros asuntos alimenticios. «Si no fuera por nosotros, muchas de las razas ya habrían desaparecido», comentaba el levantino. «Somos conservadores de la Naturaleza a cambio de hacer una fuerte inversión», apostillaba el insular, tras destacar que algunas clases sólo cuentan con 200 ejemplares vivos. Una tarea que vuela alto en los últimos años a pesar del freno que supone la tan cacareada crisis económica.