C. JIMÉNEZ

Crear un avatar virtual con apariencia y gestos humanos para establecer una comunicación fluida y natural con las personas. Ése es el objetivo del proyecto «NINE», acrónimo de «Natural Language Interaction Engine», que pretende aumentar la capacidad de interacción de las máquinas interpretando el lenguaje oral y corporal de las personas. La iniciativa, liderada por la empresa asturiana Treelogic, y en la que colaboran Fundación CTIC y el Centro Europeo de Soft Computing, cuenta con el apoyo del grupo Sinerco, una empresa dirigida por un ex alumno del campus gijonés, Gustavo Rosal, que ayer desgranó en la Politécnica las claves de «NINE».

Se trata de un proyecto de investigación industrial de 30 meses de duración y un presupuesto superior al medio millón de euros. El objetivo es crear interfaces avanzados de comunicación hombre-máquina a través de lenguaje oral y gestual, apoyándose en lo que en el grupo Sinerco han dado en llamar el «factor humano de la ingeniería». «Hay que observar al usuario para poder hacer diseños adaptados», subrayó Rosal. De ese mismo objetivo nace la robótica social, enfocada principalmente a la población de mayor edad.

Con «NINE» lo que se pretende, a través del procesamiento y análisis de señales acústicas y visuales, es obtener conocimiento de la escena que está teniendo lugar para conseguir que un personaje virtual establezca una comunicación fluida y natural con las personas, adaptándose en todo momento a las circunstancias y características de la persona y de su entorno para establecer una relación de empatía.

Otro de los factores que facilitan la interacción del hombre con las máquinas es la ergonomía, un campo en el que es especialista Gustavo Rosal. Base fundamental para el desarrollo de productos ergonómicos es la ingeniería kansei o ingeniería de las emociones que permite el diseño de productos teniendo en cuenta las necesidades y expectativas de los consumidores. En este mismo ámbito el grupo Sinerco está trabajando con el padre de la «ingeniería kansei», Mitsuo Nagamachi, en otro proyecto de robótica social en Japón, tratando de traducir las necesidades afectivas y emocionales de los mercados en productos y servicios en base a criterios ergonómicos que mejoran las condiciones de trabajo y repercuten de forma positiva en la producción.