jesús damián fernández solís

Doctor en pedagogía y experto en la aplicación del humor al crecimiento personal

C. JIMÉNEZ

Jesús Damián Fernández Solís, doctor en pedagogía y experto en la aplicación de la risa al crecimiento personal, abordó ayer el valor pedagógico del humor en la educación social en el marco de la jornada de presentación de la red Winner, una iniciativa pionera de trabajo en red para luchar contra el fracaso escolar y la exclusión social promovida por la Fundación Metal. Fernández es partidario de llevar el humor a las aulas para hacer frente a la llamada generación «ni-ni».

-¿La letra con risa entra?

-El humor tiene unos beneficios de motivación impresionantes: la comunicación fluye de otra manera, la gente está más motivada y uno se siente más grupo y más piña cuando hay un elemento como el humor, que aporta también un punto de creatividad y de originalidad. Hay muchos beneficios que reporta el humor, también de salud e incluso de superación personal.

-¿Cuál es el perfil del educador que aplica el humor en su pedagogía?

-Ante todo, es una persona muy humana y muy preparada. El humor no es el arte de contar chistes, ser gracioso o parecer un bufón. Requiere de un trabajo personal muy fuerte para luego poder aplicarlo. Esa formación te dota de recursos, estrategias, habilidades y ejercicios. Yo me he apuntado a técnicas de clown, de improvisación teatral, talleres de interpretación... Quienes estén dispuestos a dedicar su tiempo, su trabajo y su tesón a este tipo de historias serán los más capacitados para afrontar el reto.

-¿Corren peligro de no ser tomados en serio?

-Si no lo hacen bien, sí. Se puede hablar de humor en el aula sin que la clase se convierta en un caos, y otro profesor, en cambio, puede hacer que la clase de convierta en un caos por la hiperseriedad de su trabajo. En la docencia hay tiempo para todo: no hace falta que la clase sea una fiesta, pero hay que saber cuándo no es pertinente y cuándo se puede aplicar el humor.

-¿Hay materias que se prestan más ello?

-Algunas sí, pero hay otras que aparentemente no se prestan a ello y donde se puede aplicar igualmente. Gila hablaba de la guerra desde la risa, y Viktor Frankl, padre de la logoterapia, que estuvo en los campos de concentración nazi, utilizaba esta misma técnica. Hasta en las situaciones más dramáticas tiene su hueco el humor. Esto lo saben muy bien colectivos como Proyecto Hombre y la Asociación de Ayuda Contra el Cáncer, donde la risa se convierte en un acicate, un empujoncito que siempre puede venir bien.

-¿En tiempos de crisis es más necesario que nunca apoyarse en el humor?

-En la asociación contra el cáncer de Teruel decían que el humor es un paraguas ante la adversidad. Seguramente en estos tiempos difíciles es cuando más lo necesitamos para reflotar la economía emocional. Si estás en una situación deprimente, es un punto para la esperanza.

-¿Hay buena cantera de humoristas en España?

-Cualquier persona puede ser humorista, no en el sentido de monologuista o cuentachistes, sino en el sentido de la cercanía. Se trata de humorizar y, por tanto, de humanizar. Nuestra sociedad más humorizada encontrará lazos con los demás. Una sociedad más irritada e irascible lo que provocará será el enfrentamiento, la lucha y la tensión. La risa es la distancia más corta entre dos personas.

-¿Nos tomamos la vida demasiado en serio?

-Decía Oscar Wilde que la vida es demasiado importante como para tomársela en serio. Ésta es la frase que resume un poco la filosofía del humor. Sólo tenemos esta vida y hay momentos para conjugar penas, alegrías y sollozos, pero demos el valor que tienen a las emociones positivas.

«Hasta en las situaciones más dramáticas tiene su hueco la risa, que es la distancia más corta entre dos personas»